BALANCE SAN ISIDRO

De la contundencia evidente del ‘Romanazo’ a la translucidez de Urdiales; hitos del primer tramo de San Isidro


lunes 13 mayo, 2024

Sólo el valenciano Román acarició la Puerta Grande por lo civil y por lo criminal, mientras el riojano Urdiales firmaba un impecable sin eco

Román Reverencia (1)
Román agradece con una reverencia el cariño de Las Ventas © Luis Sánchez Olmedo

Primer descanso de la Feria de San Isidro, que llega después de tres días de toros que, tal vez, nos han sabido a poco para hacer el balance del primer tramo del ciclo. Estos lunes al sol nos dan, sin embargo, la posibilidad de poner en valor lo que ha ocurrido en tres tardes intensas que han servido para tomarle el pulso a la plaza, sobre todo. Porque si hay una verdad absoluta que se ha confirmado en estos días es que esta afición de Madrid, la de los 17.000 abonos que acude en tromba a una novillada y a la goyesca del 2 de mayo, de manera completamente inesperada, no es la misma que hace unos años. Y hay varios detalles que hace evidente esta aseveración.

Pero vamos a empezar por lo normal, que es que Las Ventas valore como merece a un torero por hacer de torero. Y mucho más si lo hace como Román, rompiendo todos los moldes de su perfil para convertirse en un ente superior a lo que había mostrado hasta la fecha. Esa forma de crecer con un toro bueno de Fuente Ymbro y otro correoso y áspero cual papel de lija está al alcance sólo de los que comprenden la dimensión del verbo evolucionar. El corajudo Román que había vertido tantas sonrisas como sangre en este ruedo se convirtió en un torero consciente de su estatus, de su capacidad y de su objetivo, sin urgencia por tener, porque sabe que, siendo, lo va a lograr. Por eso no tuvo empacho en jugarse la vida. Y por eso se fue revalorizado. Fue un ‘Romanazo’ con el que venía amenazando desde el principio de temporada y que ya dejó entrever en su encerrona valenciana. Porque este Román ya no es aquel que ha sido hasta ahora.

Lo que no es tan normal es lo de Diego Urdiales con la de Alcurrucén. Es cierto que enlotó uno de los dos toros con opciones que envió la familia Lozano en su primera tarde, pero ¿hasta qué punto? Toro, ese tercero, de regalar humillación y entrega en la capa -que manejó Urdiales de forma soberbia- y en las tres primeras series que el riojano le sopló con la diestra, porque ese era el pitón que había que exprimir. Vertical, hundido, aplastado en los embroques, conduciendo con el palo recto y el pico abajo, fue capaz hasta de enganchar con los vuelos, al natural, a un animal que no era por ese pitón por donde se iba largo. Y un estocadón de libro para poner en las escuelas de tauromaquia. Pero tuvo que pegarse una vuelta al ruedo porque nunca estuvo Madrid -ese Madrid que siempre ha estado con él- metido en sus muletazos, lo que viene a demostrar el cambio de idiosincrasia del público de Madrid. Cosas veredes, que decía el otro…

Morante fue la primera figura que abrió feria, y lo hizo dejando algunos ramalazos de su personalidad y su manera de interpretar en forma de trincherazos, de desdenes, de algún derechazo suelto y hasta un kikirikí muy suyo, pero su fama de desentendido, de poco implicado en las tardes, de indolencia constante, le pasó una factura que tal vez no fuera tan justo cobrar. Es verdad que su actitud con el cuarto de Alcurrucén fue en el airfe de su fama, pero es que con ‘eso’ delante…

Tampoco a El Fandi lo quisieron ver, y no tiene David necesidad alguna de comparecer en Madrid año tras año, pero lo hace. Es verdad que sabe que aquí le van a increpar, que hay un sector que rechaza de plano cuanto huela a ‘Fandilista’, pero no lo es menos que habrá gente en los tendidos a la que le chifle David. Y por eso David viene. Cada año, en un ejercicio de profesionalidad y de orgullo torero que no tendría por qu´´e tener. Y este año, encima, con un toro más por la lesión del compañero.

Un compañero, por cierto, al que se le vino algo grande la brava corrida de Fuente Ymbro. Sobre todo ese tercero al que no le pudo dominar el brío ni la voluntad de montarse encima de quien se pusiese delante.