COLUMNA

El camino de espinas que le hizo torero: Borja Jiménez hace explotar Otoño


domingo 8 octubre, 2023

Fueron dos tandas al natural tan rotundas que Madrid no necesitó más para claudicar ante el nuevo tótem hispalense, que se ha ganado el derecho a convertirse en uno de los consentidos de esta plaza al menos durante un tiempo.

Borja Jiménez (1)
Borja Jiménez levanta el brazo el un gesto de triunfo, sabiendo que ha abierto la Puerta Grande © Luis Sánchez Olmedo

La tauromaquia se empeña en demostrar que el destino es tan caprichoso como azaroso. Y que cuando no puede ser, es imposible (ya lo decía Rafael Guerra), pero cuando tiene que ser… no puede escaparse.

Hay muchas tardes marcadas en rojo en el calendario en la temporada venteña. De esas que levantan ilusión y expectación de verdad. Como la de ayer de El Pilar, que incluso desató una peregrinación desde las orillas del Guadalquivir que terminó naufragando en un quiero y no puedo por el decepcionante juego de los astados charros.

Y hay otras, que quizá no atraen el mismo foco mediático, pero que algunos llevan soñando toda su vida. Borja Jiménez había imaginado la de hoy en su cabeza muchas veces. Y esa imagen le había servido de impulso para continuar en esto cuando no veía un pitón y el túnel del banquillo se hacía tan largo como oscuro y desesperanzador. Y es que hoy, ni la alineación de cien astros hubiera impedido que Borja abriera la puerta de los sueños.

Al de Espartinas se le puso todo de cara muy pronto. La cogida de Román, que de nuevo sufrió la parte más dura de la profesión (y ya van unas cuantas) le dejaba con tres dardos que no podría desaprovechar. Y no se conformó con clavar en la diana los dos primeros que le aseguraban la Puerta Grande, sino que también lo hizo con el tercero.

Pero la tarde no fue, ni mucho menos, ningún camino de rosas. Con el cárdeno segundo de Victorino que le buscaba las vueltas, se tuvo que jugar el tipo para poderle y a partir de ahí, dibujar los naturales que hablan el idioma universal del toreo fundamental. Porque fue su entrega, su colocación, su verdad y su manera de romperse al natural lo que provocó que arriba llegara con fuerza el chisporroteo de la emoción, el mismo que desprendía su terno chenel y oro que hoy estrenaba y que guardará en un lugar privilegiado.

Fueron dos tandas al natural tan rotundas que Madrid no necesitó más para claudicar ante el nuevo tótem hispalense, que se ha ganado el derecho a ser uno de los consentidos de esta plaza. Y es que, a pitón contrario, dejó los muletazos más rotundos de cuantos se recuerdan por mucho tiempo por la calle Alcalá mientras la emoción se desparramaba a borbotones entre los aficionados de un Tendido 7 rendido a su concepto.

Cuando cogió los trastos para muletear al cuarto, ya se había hecho el silencio de las grandes ocasiones. Y de nuevo tiró de entrega y compromiso el de Espartinas para alargar ese medio muletazo del de Victoriano y enjaretarle naturales que le volvió a cantar la plaza. Se tiró detrás del acero con la misma fe ciega con la que lo despenó de un golpe de verduguillo que le abría las puertas del cielo.

No se conformó Jiménez en el sexto y a pesar de tener asegurada la Puerta Grande, se fue a chiqueros a recibir al cárdeno a porta gayola. Y con un Santa Coloma exigente, todavía hizo Borja el último esfuerzo para tragar una barbaridad y firmarle naturales de escándalo, de excelsa profundidad y de mano muy baja. Otra nueva media estocada le puso el tercer trofeo en la mano.

Madrid tiene nuevo ídolo que ha emergido del sur y se ha consagrado en una tarde que no olvidará jamás y que vuelve a poner al sistema ante una prueba de fuego. Y es que, todo lo que no sea colocar al de Espartinas en al menos dos carteles de relumbrón el próximo San Isidro será la confirmación de que los tiempos de la meritocracia pasaron a mejor vida en esto del toreo.