La plaza de Las Ventas se llenaba. Y se llenó muchas veces. En los años antes del virus, Madrid fue el pulmón, el refugio, la excusa perfecta para decir que la Fiesta seguía viva. Y sí, lo estaba. Pero solo ahí.
Fuera, en las provincias, en los pueblos con historia y en las ferias de siempre, no iba nadie. Ni los de siempre, ni los de nunca. Porque no se podía, porque les pusieron la misma tarifa que a los turistas de Preferente del 2. Y eso, miren ustedes, no es afición: es avaricia.
No se puede vender la mitad de toro al doble de precio en una plaza con la mitad de entradas. No se puede llenar a base de sablazos al personal, porque cuando aprietas demasiado, la cuerda se parte, y así terminó ocurriendo. Porque, aunque parezca una contradicción, la pandemia y sus nefastos efectos también tuvo efectos positivos en la regeneración del espectáculo, aunque sean pocos por la falta de talento de quienes idearon la ‘Reconstrucción’ para eliminar de la ecuación a quienes habían conducido al toreo a situación tan calamitosa.
Ahora vuelve el runrún. Vuelve el ‘No hay billetes’. Vuelve Roca Rey, y vuelve Juan Ortega, y vuelve Morante con más fuerza que nunca cuando casi daban por deshauciado al torero que nunca dejará de encerrar el personaje. Y con ellos, las ganas, los chavales, los vídeos virales y hasta los que no saben cómo se coge un abono. Hay tirón, y eso es un milagro en los tiempos que corren, porque lo cierto es que nadie acierta muy bien a saber cómo ha ocurrido. Pero ojo, porque el camino ya lo conocemos. Y el error, también.
No puede ser que Roca Rey llene una tarde y la feria esté vacía. No puede ser que el aficionado de Soria o de Linares tenga que hipotecar agosto para ver toros en junio. No puede ser que al calor de una figura volvamos a repetir los pecados que nos dejaron al borde del abismo. Esto va de construir. De sumar. De no dejar a nadie fuera. Porque sin plazas vivas, sin ferias de verdad, sin aficionados nuevos, no hay futuro. Solo nostalgia. Y la nostalgia, señores, no paga ganaderías.
Ahora que vuelve la gente, pongámoslo fácil. Precios justos. Carteles serios. Ferias con sentido. Porque Roca Rey no puede tirar solo. Ni va a durar para siempre.
Pero si hacemos las cosas bien, esto sí.