EDITORIAL

La historia de la televisión en los toros y su verdad final: las corridas en abierto sacan al toreo del ‘ghetto’


jueves 27 febrero, 2025

Los 18 festejos televisados en abierto programados para el mes de marzo constituyen un hito importante en el avance de la afición taurina

Toros Tv
Retransmisión de una corrida de toros por televisión y, en medio, los conductores de los festejos taurinos en Canal Sur, CMMedia y Telemadrid. © T. R.

Mira que llevábamos tiempo pidiéndolo. Mira que pasaban los años y no se atisbaban más que pequeños reductos aislados que apostaban por la audiencia y los números para sobrevivir. Mira que ha sido una lucha larga, peremne, continua y dura, tremendamente dura para quienes se han batido el cobre condenados a la localidad de sus emisiones y asiéndose con fuerza a la tabla de Internet para salir a flote en defensa de la fiesta. Mientras tanto, el sistema se dejaba caer en manos del capital privado porque le servía para cuadrar los números y para salvar festejos que no se rentabilizarían sin el aporte fundamental de la televisión. Ambas partes, una u otra, tienen sus argumentos razonables y comprensibles, pero también una manifiesta disociación que ha venido a ver a los ‘gobernantes’ cuando la amenaza del ‘apagón’ televisivo ha llamado a la puerta de las grandes ferias.

Durante muchos años, tal vez demasiados cuando miramos a toro pasado, la tauromaquia se echó en los brazos del negocio privado porque tiene la particularidad de resistirse a desarrollar músculo cuando se lo dan todo hecho. Llegó Canal + en el momento justo, cuando se iniciaban los años 90 y había que batallar por un escenario que pasaba de dos canales a cinco. Era otra sociedad, más preocupada por su supervivencia diaria que por la de su perro, que prolongaba la guerra radiofónica y deportiva de cada noche a la que mantenían en el toro Molés y Pedro Javier Cáceres cuando terminaban el Butano y De la Morena. Aquella circunstancia que se vivía entonces creó una gallina de los huevos de oro que terminaron matando allá por el año 1993, cuando era posible ver a un mismo torero en festejos que ofrecían a la vez Canal +, Telecinco y Antena 3, todos pagando cantidades millonarias por un espectáculo que Jesulín, El Cordobés, Enrique Ponce o Finito de Córdoba se encargaban de hacer rentable en audiencia. La tele era sinónimo de dinero.

Pero sucedió lo que ocurre siempre en un negocio tan desgarradoramente avaricioso como el toro; la propia deriva de la fenomenal gula empresarial terminó convirtiendo en ‘gansada’ un espectáculo que se basaba en una cruelísima verdad. Y las cadenas generalistas comenzaron ese declive lento pero inmisericorde que terminó convirtiendo a Canal + en el único soporte que mantenía el interés a base de especializar sus emisiones cuando explotó la moda de los canales temáticos, ya en la primera década de los 2000, materializándose -siendo el de Polanco en canal dueño y señor de la tauromaquia- en la creación de Canal + Toros, que se convirtió en Movistar Toros y finalmente Toros, a secas, de la mano del gigante de las telecomunicaciones.

Entonces las aportaciones de ‘la tele’, como lo conocían los profesionales porque no había otra ‘tele’ a la que referirse, se convirtieron en el maná para muchos que encontraban en esos ingresos una seguridad que el bandidaje del sistema no les dada. Las cuadrillas encontraron en su unidad una gestión de los derechos de Imagen que les garantizaba el pan, aunque no pagasen los que debían sus sueldos, y con estos no les importaban enemistarse en un momento determinado. Veían, por tanto, el pan que llevaban hoy a su casa, pero no atisbaban el oscuro ‘ghetto’ al que estaban -estábamos- condenando todos los miembros del sistema al mundo del toro.

Y ahí se fue quedando, acomodándose en la negociación anual de una serie de ferias; sujetándose en la necesidad creada en el aficionado de ver esas ferias y esas plazas; creando en los televidentes la sensación de que la tauromaquia era sólo eso, la grandeza que las ferias importantes reflejaban a través de un Plus al que Víctor Santamaría dotó de una personalidad, una audacia en las retransmisiones y una calidad audiovisual que condenaba poco menos que al ridículo a cualquiera que se plantease entrar en competencia con el gigante. Nada había ahí de esos pueblos de Dios en los que se fogueaban los aspirantes a figuras que tal vez jamás consiguieran sus sueños. Nada se decía de las plazas de gache que sustentaban en realidad una pasión popular que difería en tres o cuatro puntos de eso que se disfrutaba por los ojos de Víctor.

Fue en ese contexto donde surgió el planteamiento de los canales autonómicos -porque RTVE ni estaba ni se la esperaba-, que vinieron a cubrir una demanda social tan válida como cualquier otra. Y resultó que las audiencias se dispararon, porque la ‘destaurinización’ que se percibía en el entramado social era una cortina bien montada por una industria animalista que sí estaba -y está- organizada y financiada. Castilla la Mancha, por un lado, y Canal Sur, por otro, supusieron una apuesta firme, decidida y sin fisuras por la Tauromaquia, y consiguieron elevar a éxitos televisivos porgramas como Toros Para Todos, Nuestro Campo Bravo y Tiempo de Toros, pero sobre todo tuvieron la audacia suficiente para retransmitir festejos. Corridas de toros y rejones, en el caso de CMMedia; novilladas sin picadores y de escuelas, Canal Sur; y ambos corridas de toros en pueblos donde no llegaría jamás la slow motion de Movistar.

La conclusión de todo: son muchos más los aficionados que se crean viendo las corridas de toros en la televisión, en abierto, por casualidad, zapeando o acompañando al abuelo en las tardes de verano, que las que salen de las retransmisiones efectuadas en el nicho del que elige y paga por el contenido. ¿Significa esto que no es válida la opción de pago? Ni mucho menos. Cualquier manifestación que se produzca alrededor de la promoción del toro es, no sólo válida, sino necesaria. El trabajo realizado por los profesionales en Canal +, primero, en Movistar, después y finalmente en Onetoro es digno de alabanza, de admiración y de mucho respeto. Eso no se lo puede discutir nadie, y vaya por delante nuestra gratitud. Pero este mes de marzo, tan histórico que se ofrecerán 18 festejos en abierto desde las distintas opciones televisivas, pueden crearse más aficionados -podría ser- que en los últimos diez años de peleas por los derechos.

Tampoco esto quiere decir que Onetoro sobre, o que deje de suponer una opción para los aficionados, que seguirán -seguiremos- pudiendo acudir a su programación para disfrutar de todos sus contenidos y también, claro está, de sus retransmisiones; pero no será ya la plataforma que gobierne los balances de cuentas de los empresarios ni a la que pretendan exprimir quienes carezcan de talento para abarrotar los tendidos. Pero de eso, a dar por buenas las cifras de 55.000 euros de fijo por festejo y un variable dependiendo del resultado, va un mundo, porque no hay más que hacer una prospección de negocio del mes que entre este fin de semana.

Si atendemos a esos 18 festejos en abierto y los comparamos con los cuatro de pago que se ofrecen -incluso cuando son desde la única plaza de primera que tiene toros en estas fechas- no parece equilibrada la balanza de la oferta. Otra cosa será cuando llegue abril y tenga que enfrentarse al desastre Don Ramón el de Sevilla, con demanda incluida en los juzgados. Porque si hay un elemento que nunca cambiará en el toro es que el que es torpe no es para un rato…