En el colegio nos enseñaron que las palabras que poseen el sufijo -ante forman adjetivos que tratan de expresar una dirección, un camino en la transformación de una cosa en otra. Por ejemplo, una acción que sirve de ejemplo se denomina ejemplarizante, porque es el camino que sigue la acción para servir de ejemplo. Un tío que curra es un currante y uno que vaguea en plan holgazán es un atorrante. De estos últimos hay muchos en la sociedad -tal vez porque en ella se premia al vago y se hace al currante pasar por caja-, pero hay muchos más en la clase política que nos gobierna. Principalmente en el Ejecutivo, del que es vicepresidenta -no sé qué orden tiene- la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, a quien le enseñaron tan mal a Sumar, que lo terminó convirtiendo en un partido político. Esta señora, convencida ella de que contribuye a mejorar la comunidad en la que vive, es tan invidente mental que no se percata de que está creando una sociedad en permanente proceso ‘gilipollizante’. A nadie se le escapa lo que el palabro significa.
Otra cosa es lo que denota, bastante menos gracioso y mucho más preocup-ante -que hay que otorgarle preocupación-. Lo que esconde tras una sonrisa de tres metros, busto peliteñido y arrugas que dejaron hace lustros de ser incipientes, es una mujer que necesita autoafirmarse imponiendo una manera de ser miembro de una sociedad. Léase ‘una manera’ y no ‘la manera’, porque el modelo que propugna ni siquera es válido para ella misma. Le pasa lo mismo que a toda la caterva de colegas que mueven los hilos de un Gobierno en el que todos quieren aparecer, pero sólo uno es el import-ante -que merece que se le dote de importancia-. Y, para seguir siéndolo él, necesita que los demás no lo sean. Esa es una de las cusas principales de esta re-educación dirigida y fomentada desde el Ejecutivo a sus vot-antes -los que deben votarnos para seguir ocupando nuestros puestos de poder-.
Esa sociedad suya tan sumisa en la protesta, tan aborregada en la personalidad, tan temperamentalmente dócil, es la que quieren fomentar para destruir un Estado de Derecho del que, de otra forma, no podrían ser manej-antes -los que tienen que manejar-. Ahora son los toros los que han caído en el saco de las cortinas de humo de la ministra, incapaz de sacar adelante sus iniciativas de no ser por Decreto Ley o por una especie de miscelánea macedónica, dotada de muy mala baba, que hasta sus socios de Investidura -que no de Gobierno- se niegan a tragar. Y su forma de defender el decreto aberr-ante -con pinta de aberración- es acusar de fascistas, tiranos y retrógrados a todos los que se han negado a acatar, porque los individuos contestatarios se toleran mal cuando es uno mismo el objeto de sus iras.
Pero, a lo que íbamos: Yolanda ha decidido que va a poner la línea de flotación del toreo en su difusión -querer prohibir de forma subyacente las retransmisiones taurinas- pero también en su profesionalización -limitar el acceso a las escuelas taurinas-. Y no va mal encaminada, porque si cortas por el futuro, limitarás el presente hasta que te encuentres con la cerencia de un horizonte. Si logras que nadie pueda acceder a una escuela taurina hasta los 18 años tendrás el mismo resultado que cuando te llevas a casa un semental indultado: le queda poca vida útil para padrear. Además de que, a esa edad, un chaval, chavala o chavale -esto es concesión de la casa- ya no es tan permeable a las explicaciones y enseñanzas como cuatro o cinco años antes, cuando se suele ingresar hoy en día en los centros especializados.
Tenemos, sin embargo, una clara intromisión de la ministra en las libertades y derechos de todos esos individuos librepens-antes -que piensan en libertad- para los que su profesión forma parte de su vida, y ésta la dirigen -o la construyen- ellos mismos. Hay que resaltar este tipo de argumentos, porque si fuera por los sujetos encargados de sostener la industria del toro nos podíamos morir de hambre. Es cierto que también en el ‘sistema’ existen los sindicatos, pero están pendientes de ‘buscar el bien común’ que se han convertido entre ellos en dos entes beliger-antes -que luchan entre sí-. Nótese la ironía, no vaya nadie a pensar que reina la armonía y la defensa de los objetivos comunes en el seno de las gentes del toro.
Denunciemos, entonces, estas violación de la ministra de los derechos fundamentales a la educación, el trabajo y la libertad, contenidos todos en un Título 1 de la Constitución. Sí, hombre, sí; esa Norma que exige al Gobierno que sea gar-ante -ente encargado de certificar la consecución de algo- de su defensa y fomento Y denunciémoslo desde los medios, aunque, francamente, a nosotros nos gustaría mucho más dedicar nuestras líneas a Mor-ante… -este no necesita aclaración-.