TEXTO: DAVID JARAMILLO / FOTO: SARA DE LA FUENTE
Los tiempos han cambiado. El hambre y la ambición por salir de una situación precaria ya no es el principal motor que mueve a los novilleros en su afán de convertirse en matadores de toros. No todos, está claro, pues conozco algunos casos (muy pocos) de primera mano que sí que mantienen esa motivación original. Pero resulta obvio que ahora los vestidos que la mayoría de noveles usan no son prestados o alquilados, muchos de ellos son de estreno y hechos a medida, y no van andando a las ganaderías con su hatillo al hombro para hacer la tapia, pues llegan a ellas con invitación directa para tentar y en sus coches propios. Y eso no está mal, faltaría más, sólo es distinto, pero evidentemente marca profundamente la actitud con la que los jóvenes salen a las plazas. Quizá por eso ya no vemos el arrojo de los novilleros de antes, que salían a darlo todo en la arena porque no tenían nada que perder y, en cambio, la formación de la academia ha colmado el escalafón menor de expresiones similarmente planas.
Como digo, los tiempos han cambiado y es lo que hay. Las actuales circunstancias hacen que Madrid haya dejado de ser meta para convertirse en punto de partida, y que el bagaje y el oficio sólo se obtengan como consecuencia de un triunfo en ella, no el prerrequisito para estar anunciado.
Así, sólo se entiende que una verdadera vocación por ser torero sea lo que empuje a los novilleros de la nueva camada para llegar a ser matadores, pues si sólo fueran caprichos de un “millennial”, seguramente se diluirían ante la primera dificultad. Por eso mismo, por mucho que haya quienes critiquen la cuna o el respaldo económico de los nuevos valores, habría que respetar su decisión de continuar creciendo en esto del toreo. Hoy mismo, en medio del diluvio, Toñete demostró que lo suyo va en serio y que merece la oportunidad de ser tenido en cuenta por los propios méritos ganados en el ruedo, más allá de que su situación le haya permitido llegar con un mayor rodaje a Madrid, algo que, además, fue evidente. Respeto merece también Alfonso Cadaval, que derrochó actitud a pesar de verse menos placeado; igual que Pablo Atienza, a quien le ha costado mucho más sumar contratos, pese a sus buenas condiciones. Porque si hubo algo que pudo marcar diferencias en esta jornada ha sido, sin duda, el rodaje de cada uno de los actuantes, aunque eso tampoco sea la excusa para dejar escapar una novillada llena de posibilidades.