Proyectos
que se quieren alcanzar para seguir creciendo profesionalmente y personalmente.
Hoy en la Real Maestranza, esas cosas las ponían en juego los tres alternantes,
aunque cada uno, a su forma y todos con el mismo argumento, abrir la Puerta del
Príncipe. Ninguno de la terna estaba obsesionado, pero eso sí, soñaba con ella.
Rui Fernandes, Diego
Ventura y Andrés Romero fijaban en común ese ansiado deseo,
romper el pestillo de la Puerta. Al final, sólo Ventura, hizo realidad el deseo
marcado antes del inicio. Diego cuajó
una soberbia actuación en conjunto a sus dos oponentes. Mejor en el quinto, donde
un caballo llamado ‘Sueño’ hizo honor
a su nombre. Toreó del tal forma, que creó un bellísimo letargo que será
difícil de olvidar. Expresión en sus movimientos, agilidad en las formas, valor
en el embroque y torería en todo su quehacer.
Un
caballo así, es capaz de convencer e ilusionar al propio rejoneador en su
misión. Diego tiró de mucha raza y
oficio, para dar la necesaria continuidad a una faena que perdía intensidad,
pero que continuaba con regusto gracias a ‘Sueño’.Equino con tanta personalidad que se adueño de todo, tanto del torero, como del
toro e incluso hasta del público.
La Maestranza se entregó
como sólo ella es capaz de hacer, con la pasión de un enamorado. Fogosidad en
comunión perfecta con un caballo que ‘dibujo
el toreo’ como aquilatan los cánones «parando,
templando y mandando” y al final el ‘Sueño’de la décima Puerta, cayó en las manos de Diego
Ventura.