MARCO A. HIERRO
A estas horas muchos estarán pensando en la pedazo de corrida que echó Daniel Ruiz al coso baratillero. Y lo fue. Por grande, por cornalona, por astifina, por temerosa y por desigual. A estas horas nadie podrá ponerle un pero al trapío de los seis que echó Daniel; la conformación zootécnica -eufemismo que se utiliza entre el veterinariado sevillano como excusa para rechazar los que no gustan- no fue motivo para rechazar a ninguno. Y el de Albacete lo sabía. Pero de ahí a que la corrida esté bien presentada va lo mismo que de desorejar a un toro a saludar una ovación. Las dos cosas aparentan sumar, pero no son ni parecidas. Que se lo pregunten a El Cid…
Las caras ofensivas, con perfil y finura que exhibieron los seis poco tuvieron que ver con el toro de Sevilla. Esa sien estrecha, esa cara torera -por astifina que sea- esa caja proporcionada, esa culata poderosa pero sin estridencias, esos cabos finos y esa expresión de nobleza que siempre caracterizó al toro del Baratillo no la vi yo hoy ni aunque mirase las fotos. Vi una corrida grandona y sobrepasada de tipo que hubiera valido para Madrid, para Bilbao y hasta para Pamplona si me apuran, pero me chirrió en Sevilla. Por su presentación, ojo, que no es el comportamiento lo valorado hasta ahora. Pareció como si los problemas pretéritos del hierro en los reconocimientos maestrantes hubieran obligado al ganadero a traer el encierro con un «sus vais a enterar» escrito en la cara. Por eso no se vio a los habituales con esta vacada ni en los alrededores del coso.
Recuerdo una conversación con Antonio Tejero, apoderado de David Mora, cuando se conformaban los carteles, que confirma que esto es para listos. Y para aficionados sabios y toreros cabales, como es el caso. «Mira, Marco», me decía, «la corrida es la más seria del mundo, pero no sólo no nos importaría matarla, es que la queremos». Viendo embestir al segundo en la muleta de David recordé las palabras de su mentor. Y viendo al primero, y al tercero, incluso al cuarto, con la importancia, además, que le daba la transmisión, que no la clase. Sirvieron esos cuatro para el triunfo y lo sabía el veterano ganadero.
Como sabía que esta corrida no se la echaban para atrás…