Aquel día descubrí a una nueva figura del toreo, a un torero que iba a dar mucho de qué hablar; sus andares, su mirada, su forma de hablar y manejar los tiempos daban fe de ello, y es que ya saben ustedes la importancia de los tiempos.
El toreo es sentimiento y naturalidad, se tiene o no se tiene, no se puede impostar. Corría el año 2018 y Emilio lo afrontaba con la confianza del que va a una guerra solo pero sabiendo de su valía. Le quedaba un largo y duro camino para llegar a la cima del toreo. Solo se valía de dos lugartenientes, su apoderado Alberto García y Guerrita Chico (torero colombiano), hombres fieles a “De Justo”, además de una cuadrilla discreta, importante y comprometida.
Emilio afrontaba las temporadas “partido a partido”, cada tarde era una nueva oportunidad de crecer, de mostrar eso que a veces se lleva dentro y que puede doler si no se plasma en el redondel. Si alguna tarde las cosas no salían daba igual porque todos seguían firmes un mismo camino. Qué importante es la gente que te rodea cuando el futuro se ve tan complicado y oscuro. Qué poca gente en esos momentos de incertidumbre apuesta todo por ti. Emilio tenía la cabeza tan bien amueblada como las muñecas y la tizona que lleva a gala, no solo en rotundidad sino también en ejecución. La “suerte suprema” consumaba tarde a tarde la supremacía del torero de Torrejoncillo, la forma en que se acunaba sobre el morrillo de los toros cada tarde era de manual, la verdad, “la cruz en la cruz”.
Cada año el compromiso con él mismo era mayor sabedor de la cruzada que tenía entre manos, pero no por ello olvidándose de disfrutar el camino, de las ventanas que se cerraban y las puertas que se abrían, que cada vez eran más numerosas y de mayor transcendencia. La constancia y esfuerzo de los años iba desenmascarando a un figurón del toreo y, tras la gran nevada que asolo el toreo en el año pandémico, llegó el “huracán De Justo” imparable 36 corridas 71 despojos.
Cada puerto de montaña era un nuevo aldabonazo, daba gusto ver a “De Justo”. Por fin, amainó el temporal de nubes para regalarnos la plenitud de Don Emilio . Madrid y Sevilla le daban las llaves al “huracán De Justo”, y aún quedaba América donde Emilio está calando muy fuerte en los tendidos.
Aquel tercer día del serial del ciclo de conferencias, organizado por el Ateneo Taurino Manchego de Ciudad Real en el coqueto y cuidado museo López Villaseñor, descubrí en Emilio el significado de la frase de uno de los padres de la pintura realista en España y que da nombre a dicho museo (Manuel López Villaseñor).
«El artista tiene un escalpelo con el que intenta profundizar en el misterio que esconde cada cosa»
Alejandro Serna Serna, aficionado