EL EXILIO INTERIOR

La tarea del héroe


miércoles 26 julio, 2023

A propósito de la tarde de ayer en el coso de Cuatro Caminos

Roca Rey Tras Brindis (1)

Visto en distintos formatos el trance que pudo ser trágico de la cogida de Roca Rey en su segundo toro ayer en Santander, rescato del baúl de los recuerdos de mis lecturas el título de un ensayo de Fernando Savater publicado hace cuarenta años, que si en su contenido poco –o tal vez mucho- tiene que ver con ello,  sí define lo que, a mi juicio, es una parte esencial la tauromaquia, esa en la que el torero pone su vida en juego en pos de un ideal de belleza, que se proyecta desde lo íntimo a quien lo contempla.

La de Santander es una feria amable, si como tal se entiende tanto la ciudad y sus gentes como que, dada su categoría administrativa de plaza de segunda el toro que se lidia no es- por poner ejemplo de proximidad geográfica y de calendario- el de Pamplona o Bilbao. En la corrida de ayer martes, junto a Cayetano y Pablo Aguado, se acartelaba Roca Rey y eso es sinónimo de llenazo (en la Línea y Valencia, recientemente, no). Ocurre que desde un par de días antes en las redes sociales circulaban fotografías de los toros anunciados, de Antonio Bañuelos (Presidente de la UCTL),  en las que algunos veían pruebas flagrantes de manipulación en los pitones, con las dichosas “bolitas” como prueba irrefutable. ¡Ajá!, las figuras y el afeitado, ese viejo- y dudoso- axioma que se repite así que pasen los años, basta leer- entre muchas- las crónicas de Martínez de León y su alter ego Oselito o de afamados escritores taurinos y, por supuesto, la denuncia – con el apoyo de ABC- de Antonio Bienvenida en 1952.

Explicaba hoy Curro Vázquez (apoderado de Cayetano y Aguado) al diario El Mundo que algunos toros de los reseñados se estropearon en los corrales y llegaron otros, del mismo hierro, por encima de lo exigible en plaza de segunda. Como no fui testigo directo de la corrida ni quito ni pongo.

Pero si he visto, como muchos miles, la secuencia de los hechos, en movimiento y en fotografías, y me reafirmo en el titulo tomado prestado al filósofo donostiarra: tarea del héroe.

Los toreros como ¿últimos? héroes. De ahí, precisamente, el repudio de una parte de la sociedad– quiero pensar que no mayoritaria-  que premia la mentira y lo mezquino, la cobardía y la traición.

Las imágenes, en movimiento o no, de Roca Rey como un Cristo crucificado entre los pitones y las tablas; de Cayetano volar al descubierto hacía al toro para intentar un quite salvador a costa de la propia vida;  de Antonio Chacón proteger con su cuerpo el del matador peruano y jefe de filas y, en fin,  la de Roca Rey –la fotografía de Arjona es un monumento- .mientras con la mirada y el dedo pide que sea a Cayetano a quien primero se atienda,  son- por si falta hiciera- la prueba irrefutable de que,  dicho queda,  el toreo es tarea de héroes. En tiempos cobardes.