Sin estar en San Isidro, está toreando, porque el caso de Fernando Adrián cada vez –y cada minuto en el que pasa la Feria- tiene más importancia. Contra toda circunstancia, se quedó fuera del abono a pesar de haberse jugado los muslos para salir por dos veces la pasada temporada en hombros, de forma consecutiva, en la que da y quita. Tuvo que decir que no a Otoño, y tuvo que decir no a regresar esta primavera a la Feria que lo alzó como torero revelación. Ahora, tras el desarrollo de los acontecimientos, tras un cóctel de circunstancias que han hecho de las próximas cuatro corridas las cuatro finales más a cara de perro que Madrid recuerda en décadas, tiene el madrileño una tarde para seguir poniendo el futuro en sus manos. Un futuro en el que, según se han desarrollado los acontecimientos de la mejor Feria del mundo, la tauromaquia solo puede cambiar de un golpe en el ruedo que sea capaz de hacer soñar otra vez a los aficionados.
Los datos de Adrián, en los inicios de la carrera de un torero madrileño y numéricamente hablando, se asemejan a los de un José Tomás que tuvo un batallador inicio de carrera y un Joselito que también protagonizó una monumental pugna en el año 93, quedándose fuera de San Isidro y entrando en Beneficencia como único espada de forma desinteresada. Ahora, fuera de su Feria, Adrián tendrá una última palabra al lado de Morante de la Puebla y Sebastián Castella con toros de Garcigrande.
Y todo después de que se haya encontrado, en los últimos meses, con que ya podía hacer el pino puente, que su nombre no estaba entre los bendecidos por el actual status quo de una tauromaquia tan alejada del mérito como comprometida con determinadas poltronas. Y se podía estar de acuerdo con que los que más gente atraen cobrasen más por usar su nombre en los carteles -lo de torear siempre es otra cosa-, pero la diferencia entre lo que obtienen los de más arriba y lo que se llevan los de más abajo -en dinero, prestigio y ‘salvoconductos’ para torear más- es excesiva para todo. Un desequilibrio que, tarde o temprano, terminará pagando el sistema.
Y la verdad es que a Fernando siguen sin tratarlo como se merece en los escaparates que lo pueden convertir en una marca, porque el no serlo es lo que le reprochan cuando expone sus condiciones. Y la cuestión es más amplia que el simple tira y afloja de San Isidro –una Feria de la que se ha quedado fuera y de la que el domingo, fuera de abono, el propio torero hablará en el ruedo-. Porque también han sido Valencia y Sevilla las que han dejado alejado de sus ruedos a quien ya atesora 21 puertas grandes consecutivas, tres de ellas en plazas de primera y siete en cosos de segunda.
Hace exactamente doce meses a Fernando le valía cualquier cosa. Y había que decir que sí a casi todo. Hoy, si tú no le das importancia a lo que has hecho –esas 21 puertas grandes consecutivas, contando las de 2022-, no puedes esperar que se la den los empresarios. Por lo tanto, si hoy no eres tú el que defina su categoría, no podrás exigir después que te traten como te mereces.
De momento, tiene una tarde para hablar, fuera de toda Feria, con el cuchillo del toreo entre los dientes y con el cúmulo de circunstancias de una Feria de San Isidro que aún no ha roto.