ANIVERSARIO

Los hermanos que soñaron el toreo moderno (en el aniversario de Rafael El Gallo)


jueves 17 julio, 2025

En el aniversario del nacimiento de Rafael “El Gallo” El Divino Calvo (17 de julio de 1882)

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Foto: Amarat

Hay fechas que no pasan desapercibidas para quienes aman la tauromaquia. El 17 de julio, aniversario del nacimiento de Rafael “El Gallo”, no es solo una efeméride, es una puerta a una de las sagas más influyentes y conmovedoras del toreo. La de los hermanos Gómez Ortega, quienes no solo marcaron una época, sino que dibujaron dos caminos posibles y complementarios para entender el arte de torear.

Rafael fue bautizado por la afición como El Divino Calvo, y no sin motivo. Era el torero del duende, del desconcierto poético, de lo imprevisible. Capaz de levantar un tendido con un gesto o de perderse en su propio mundo, su toreo rozaba lo sobrenatural. Frente a él, su hermano José, Joselito, aportaba la lógica, la sabiduría precoz, la estructura. Fue él quien organizó la lidia moderna, quien anticipó el toreo total y elevó el oficio a ciencia exacta sin renunciar al arte.

Ambos encarnaron una dualidad fundamental, el orden y el caos, el conocimiento y la inspiración, el control y el misterio. Y juntos, aunque diferentes, regalaron al toreo una de las etapas más ricas de su historia. Su presencia no solo dominó los ruedos, sino que moldeó la sensibilidad de generaciones enteras.

Recordarlos es recordar una España que latía al ritmo de las faenas, en la que los toreros eran símbolo, mito, alma colectiva. Y es también reivindicar una genealogía del arte taurino que no se construyó solo con técnica, sino con pasión, tragedia, instinto y genio.

En Rafael reconocemos al torero que se hacía preguntas delante del toro. En José, al que ofrecía respuestas. Y juntos escribieron un capítulo irrepetible, tan lleno de luces como de sombras, que aún hoy sigue alimentando la memoria viva de la tauromaquia.

En días como hoy, no solo celebramos un nacimiento. Celebramos una herencia. La de dos hombres que soñaron el toreo cada uno a su manera, y que siguen siendo, más de un siglo después, faros para quienes buscan entender no solo el arte de lidiar, sino el alma de un pueblo.