AL NATURAL

Si José Tomás quisiera (y el resto hubiese tomado nota)


miércoles 30 marzo, 2022

La presencia del madrileño en determinados enclaves solucionaría tanto problemas del toro como lo haría que los demás hubiesen seguido su senda; ahora ya no es posible

Jose Tomas
José Tomás, a hombros en Granada en 2019. © Luis Sánchez Olmedo

Déjenme que me ponga a soñar. Dado que fue el 16 de septiembre de 2012 el día que viví el espectáculo más grande en el que jamás estuve en una plaza de toros, y dado que este año se cumple una década de tamaña proeza, vamos a pensar que Simón Casas va a conseguir finalmente que José Tomás vuelva al Coliseo en la Vendimia de este año y que, por tanto, se prodigue más de una tarde por temporada, que es más o menos lo que venía haciendo hasta 2019. Y no sólo lo sueño por gusto personal; también porque creo que es el único -junto con el Morante del último año- capaz de eludir la crisis del toreo.

Porque, sí: he dicho crisis. Y muy grave. Tanto que nos empeñamos en esconder tras el socorrido «del aforo permitido» las vergüenzas de un sistema que no logra reinventarse. Y también: he dicho reinventarse. Porque lo anterior, que servía para la anterior sociedad, ya no vale para esta actual, que se parece a la que cerró el siglo anterior lo mismo que un huevo a una castaña. Y, a pesar de todo, el sistema continúa empeñado en aplicar los mismos usos -por tener los mismos vicios- que en la realidad anterior. Cuando nos ponemos brutos…

Al toreo parece no afectarle todo lo que sucede fuera del círculo del coso, puesto que no cambia ni un ápice su forma de comportarse. Pero comportarse de la misma forma implica obtener el mismo resultado cuando las condiciones son las mismas, no cuando varían a la velocidad del rayo sin que tengas el talento suficiente para percatarte antes de que sea demasiado tarde. Puede que aún no lo sea. Y la esperanza la otorga el anuncio del paseíllo de José Tomás en Jaén; dos horas duraron las entradas en taquilla. Poco más tardaron en ocuparse los hoteles en capital y alrededores. A día de hoy ya hay reservas en restaurantes de la ciudad para comer ese días y todos los buhoneros, almendreros y feriantes del orbe estarán allí, donde se enfoca el mundo por un día. Sólo que no es sólo un día, es siempre que torea el genio de Galapagar.

Es por eso que me hago la reflexión de qué ocurriría si José Tomás quisiera prodigarse más por la geografía del toro y tocase con su varita divina la realidad de algunas plazas. Como Gijón, ahora con los santos óleos administrados por una regidora a la que le dan igual sus vecinos porque sólo cuenta su ideología -que digo yo que alguna tendrá, más allá de prohibir perpetrando todo tipo de planes contra la celebración de espectáculos en su preciosa plaza e toros-. Once años hace de la última presencia de JT, para darle en El Bibio la alternativa a Diego Silveti, con Talavante mirando de lila y oro. Pero volvería a movilizar la ciudad, no me cabe duda, y a reconquistarla de las garras de los intolerantes revestidos de custodios de la fe.

Ahí estamos hablando de una posible solución a un problema que aún está vigente y que sigue coleando porque -afortunadamente- nadie ha matado aún a la afición de Gijón. Pero, ¿qué ocurre con Vitoria? ¿y con La Coruña? ¿y con Barcelona, la única plaza de primera que permanece cerrada desde hace ya once terribles años? Precisamente José Tomás fue quien la llenó ese último día de toros, cuando prometimos no rendirnos porque aún manteníamos las ganas de luchar.

¿Y con Palma? Cerrada toda la pandemia, pero ahí existe el reducto taurino que aún puede tener corridas este verano. Si José Tomás quisiera y el resto le siguiese el aire se acababan gran parte de los problemas, porque sólo nuestra fuerza social podría sobrevivir las décadas que se propusiese. Y esa es la mejor lucha contra el animalismo y las prohibiciones.