Si eso ocurriese, Juan Ortega dejaría de ser Juan Ortega, Porque es su forma única de manar toreo desde las entrañas lo que hace que al aficionado, al que paladea el toreo, al que se ve absolutamente incapaz de imitar siquiera lo que hace el que pisa la arena, le dé completamente igual si corta una oreja, cinco o le echan el toro al corral. Porque en realidad no es eso lo que importa.
Al que va a ver a Juan Ortega le importa poco nada que no tenga que ver con el trazo, la composición, la suavidad, el bamboleo y la distintinción que le da la torería, que es muy propia de los toreros, pero muy pocos la rezuman como él. Tal vez porque es una rara avis a la que le importa muy poco si corta o no las orejas de los toros, porque basta un trincherazo, un natural de mentón enterrado, Pero no es que le baste al aficionado, es que le basta a él. Porque no se adocena. Porque no está en esto para hacerse rico, sino para chutarse ese estupefaciente que nadie termina de comprender muy bien y que suelen llamar toreo. Para disfrutar –sí, hombre, disfrutar, porque si no no volvería a hacerlo– delante de un toro.
Últimamente, además de torear, está triunfando, y eso llega un momento hasta que termina preocupando, porque quiere decir varias cosas: la primera y principal, que está matando los toros que cuaja, lo que implica un serio escollo para cualquiera que toree con él. Lo segundo, que no hay muchos toreros de este corte, y Morante está -por ley de vida- mucho más cerca de la jubilación que de echarse al hombro una temporada. Creo, de hecho, que se irá en cuan to abra la Puerta Grande de Madrid, y eso podría ocurrir este año. ¿A alguien se le ocurre alguno más parercido al de La Puebla para llenar ese hueco?
Y entretanto, el sistema se entretiene promocionando a los de siempre por hacer lo de siempre, por muy bien que lo hagan -que lo hacen-. Escrito tengo ya muchas veces que los que gobiernan en esta película de la Tauromaquia ya no saben crear figuras, y Juan Ortega es una prueba viva de ello. ¿Cómo le llaman, si no, a que el torero tenga que pagar en demasiadas ocasiones las facturas que el sistema le pasa a su apoderado? Y, aún así, es de los pocos que aún levantan a la gente en el tendido.
Me parecía importante subrayar todo esto porque –empeñado como estoy en buscar un relevo para las figuras actuales para que esto no se acabe– me parece imprescindible promociocionar a los toreros, distintos, a los que tiene capacidad para echarse una temporada encima y a los que hoy por hoy -con El Juli en sus últimos festejos- no les mete mano nadie, aunque ni los medios, ni los empresarios, ni los aficionados, ni los ángeles del cielo les otorguen el estatus de figura que ya deberían tener. Juan Ortega es uno; pero también Daniel Luque, Ginés Marín, Tomás Rufo, Diego Urrdiales… Por ejemplo.