DESDE EL TENDIDO

El eterno abusón del patio del escalafón


miércoles 11 mayo, 2022

La imagen de la tarde de hoy son las lágrimas del maestro. Julián lloraba porque sabía que había regalado a Madrid una tarde para la historia y una de las más importantes de su vida.

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Muy pocos toreros han sufrido en sus carnes un nivel de exigencia tan alto como El Juli en Madrid durante toda su carrera. Una presión tan cruel e insoportable que hubiera desgastado a cualquiera feria tras feria. A todos menos a él. A ese figurón del toreo que siempre ha tapado las bocas en el ruedo. Y claro, cuando lo hacía, a Madrid ya no le quedaba más remedio que rendirse a pies…  

Las Ventas pide a Julián más que a cualquier otro porque sabe que puede darlo. La catedral del toreo es consciente de que el techo de este figurón no tiene límites. Y exige porque es conocedora de que Julián tiene la capacidad para decir tarde tras tarde que el que manda aquí es él.  

La imagen de la tarde de hoy son las lágrimas del maestro. Julián lloraba porque sabía que había regalado a Madrid una tarde para la historia y una de las más importantes de su vida. Lloraba porque había dibujado un natural de los que se quedan guardados en la retina de la memoria y se alojan en la pátina del tiempo. Porque en la cabeza de los que estuvimos allí, Julián todavía sigue corriendo la mano en un natural sin final. Por ese y sólo por ese ya había merecido la pena pagar la entrada. Ya lo demás no importaba. ¿Qué mas daba ya el resto si Julián ya lo había llenado todo con ese muletazo? ¿Qué importaba que la Puerta Grande se perdiera por el mal uso de la espada si Madrid ya se había emborrachado del toreo más caro de hoy y de ayer?   

Cuando Madrid lamentó el pinchazo de El Juli con la misma fuerza con la que segundos antes había rugido para rendirse a sus pies, el eterno abusón ya había dictado sentencia. Lo había hecho con uno de La Quinta que se lo quería guardar todo y por el que nadie hubiera apostado. Pero El Juli sí. A él no le quemaron las zapatillas cuando pisó los terrenos que tenía que pisar. Cuando Madrid se quiso dar cuenta, ya lo tenía metido en el canasto. ¿La receta? Una muleta poderosa, pero a la vez de seda, y el mando y la soberanía inabarcable del abusón del patio del escalafón.  

Y llegaron las series por el izquierdo, uno a uno y por abajo. Y entonces exigió Julián al santacolomeño toda la presión que había soportado durante toda su carrera en esta plaza. Ya no era él quien llevaba el peso de la exigencia, ahora era “Gañafote” que perseguía los vuelos de la muleta del madrileño como si de una especie de hechizo se tratara. Y crujieron los cimientos de Madrid.  

Antes, ya había dado otra lección de magisterio con el segundo. Y le había mojado la oreja a Pablo Aguado toreando de capote con una despaciosidad pasmosa. Las verónicas del quite fueron auténtica seda de mano baja. En la franela, lo cuajó a placer. Y digo a placer porque lo toreó con una relajación y naturalidad exquisitas. Le dio el tiempo suficiente para ir de menos a más y puso el broche con una rotunda tanda por el derecho que le puso la oreja en bandeja.  

Lo de Morante con Madrid es esa historia de amor que nunca tiene un final feliz. Que Las Ventas está loca porque el de La Puebla descerraje esa puerta de una puñetera vez no es un secreto para nadie. Y que Morante sueña con hacerlo cada día que se anuncia tampoco. Hoy no fue el día. Sólo un par de naturales al ralentí en el primero que se antoja escaso manjar que llevarse a la boca. Pero lo seguirán esperando. Y lo harán con la misma expectación o mucha más si cabe. El tiempo dirá si la historia de amor termina en final feliz.  

Aguado sintió en primera persona lo que es Madrid de verdad. La plaza que no perdona y que pesa como una losa cuando las cosas no salen bien. Hoy Pablo no tuvo su tarde. No le salió nada. Estuvo ausente toda la tarde. Madrid lo recibió con ese silencio estremecedor que el mismo había conquistado cuando se preparaba para el quite del toro de El Juli y lo despidió con pitos. Bien es cierto que su toreo a media altura quizá no es la mejor receta para estos animales. Volverá con la de Juan Pedro el 26. ¿Le tributará Madrid ese silencio que no se hace en esta plaza con ningún otro torero?