AL NATURAL

La Monumental espera a los perros


jueves 20 octubre, 2016

El fallo del TC no garantiza la vuelta de las corridas de toros a la arena de Barcelona. Aún queda mucho que pelear. ¿Quién lo hará?

El fallo del TC no garantiza la vuelta de las corridas de toros a la arena de Barcelona. Aún queda mucho que pelear. ¿Quién lo hará?

El Tribunal Constitucional, ahora sí, ha tumbado la ley regional que prohibía de facto la celebración de corridas de toros en el territorio catalán. El Alto Tribunal, con seis años de retraso, le da la razón a los defensores de la libertad, aunque sea por motivos mucho más técnicos y burocráticos que el sentido común -una Constitución que no sirve por igual a todos los ciudadanos y todos los territorios es un gran fraude-. Pero, con su sentencia, esperada por aquéllos que violaron lo inviolable y han disfrutado de la impunidad durante seis años, el TC ha firmado una declaración de guerra. Ha desatado a los perros.

Los perros de la independencia, el antiespañolismo y la consulta popular del 9N no van a permitir que regrese a Barcelona un espectáculo que fija la identidad de la idiosincrasia española. Los perros del separatismo que inventan diferencias culturales, se saltan la legislación  vigente para todos los españoles -también ellos lo son, aunque el hecho avergüence por igual a los dos bandos de esta guerra- y defecan en cada símbolo que identifica al país que, aún así, los ampara, ya están buscando subterfugios para dejar sin efecto esta sentencia. Y ¿pueden hacerlo? Claro que pueden.

No hay más que ver que han pasado seis años desde que se votó la ley que ahora declara inconstitucional el TC. En esos seis años de éxodo taurino para los aficionados, de viajes a Francia para disfrutar de su afición -como cuando el Movimiento obligaba a los catalanes libres a ir al cine a Perpiñán- y de transgresión total de los derechos constitucionales de miles de personas, han pretendido que fuera muriendo la llama que titilaba ya muy trémula antes de la prohibición. Y ahora, qué.

Ahora es cuando llega el trabajo de verdad. Ahora es cuando los aficionados que han mantenido esa lucecita con un halo de vida a costa de su clandestinidad necesitan de verdad al mundo del toro, a las instituciones y a todos aquellos que se quieran dejar la piel en la guerra que ha iniciado el TC desatando a los perros. Pero ahora, ¿quién tiene que luchar?

Desde luego, todos, pero algunos más que otros. Desde la familia Balañá, propietaria de la Monumental, hasta el aficionado más modesto son necesarios para este regreso que a mí aún se me antoja lejano. Los aficionados están fuera de toda duda, pero las presiones sobre los Balañá pueden minar la esperanza que recae en el patriarca, que a sus casi 90 palos le queda la ilusión de volver a ver una corrida en su plaza.

Con su silla de ruedas y sus enfermeros como guardaespaldas, don Pedro ha ido con frecuencia a la Monumental para que cumpliera con los requisitos y las exigencias de los permisos necesarios. Y, si fuera preciso, mañana mismo podría darse un festejo en la plaza barcelonesa. Se ha ocupado personalmente porque también él sabe dónde van a buscar los perros la yugular pertinente. Él, porque está del otro lado del río y porque a los hijos ya les buscan los perros la yugular en otros asuntos, y es comprensible que puedan estar hasta la misma yugular del asunto de los toros. Por eso la primera premisa para ganar esta guerra es que no falte don Pedro Balañá, el viejo.

La segunda es esperar las respuestas de los perros, que ya no van a dejar que el silencio administrativo permita de facto celebrar los festejos. Porque no ha habido respuesta a las solicitudes de la Casa Matilla durante las últimas ferias celebradas, y era ese silencio administrativo -el que calla, otorga- el que no prohibía el curso normal de las corridas. Pero tampoco lo autorizaba de hecho. Lo autorizaba la ausencia de prohibición. Vaya tela. Y no es pequeño el colmillo que ahí le asoma al perro. 

Pero hay muchos más. Colmillos y perros, no les quepa duda. Por contra, ahora los taurinos tenemos a la Fundación, que no es la panacea para todos los males, pero es, al menos, un instrumento aglutinador que no teníamos cuando nos mordieron los perros. Ahora es cuando tendrá que dar el do de pecho y estar a la altura de la más grande ocasión que vieron los siglos en materia de Tauromaquia. Porque ahora nos sangra menos esta herida, pero es responsabilidad de todos que cierre la cicatriz. Y en el centro del ruedo amarillo de la Monumental tendremos que esperar a los perros.