AL NATURAL

La redención en castaño vistió de negro


jueves 7 abril, 2016

Un López Simón a más sale reforzado y en hombros de un mano a mano que vio la luz con la presión de ser el Che de la revolución de los imberbes

La redención en castaño vistió de negro

MARCO A. HIERRO

Ser el tipo que abre la lata sellada y acomodada del cartel de sota, caballo y rey puede ser, a ojos del profano, vivir un sueño sin pagar precio alguno por subir el escalón. Puede ser, sí, pero la cara, la voz y el trémolo en el tono de López Simón, ya con el capote liado y el el patio de cuadrillas de La Maestranza, refleja que la realidad es bien distinta. Pesa vestirse de revolución, pesa reventar los candados y pesa convertirte en patria para el aficionado liberal. Ese es el precio del que pocos hablan.

No lo hacen porque -obvio- son mayores las prebendas, más numeroso el pecunio y bastante más amplio el yantar, pero un tipo que apuesta el cuero día sí y día también tiene derecho a sentir vértigo. Y así llegaba Alberto esta tarde al Baratillo; le martilleaban la mente las dudas que le plantaron los que esperan que se le vaya un pie para tener razón al cantar su fugacidad. Y, sin embargo, se ha ido en hombros, redimido de penas e indemne de su primer asalto en una plaza que le quita el sueño.

Lo provocó su actuación con el castaño sexto, su cite de frente, su soberbio manejo del terreno cuando se reduce a un palmo y su experiencia en destilarle la media virtud al animal que la tiene. Lo provocó su cite de frente, su entrega del pecho, su cimbrear de cintura y su cruzar la línea para asustar al pagano. Lo provocaron todas esas cosas que sintió con el sexto, al que incluso lanceó con brillante cadencia de abierto compás y media encaderada. Pero vistió de negro la redención que lo sacó en volandas, porque fue con el cuarto cuando se vió al verdadero Simón.

Negro era el Resistente de mano corta, cuello largo, prominente morrillo, musculada culata y fino cabo que se le fue a entregar a Simón cuando se templó a zurdas para latir el toreo parando la velocidad. El valeroso espartano de otra tarde y otro toro se trocó en fino estilista para decir el toreo como lo sienten los dioses. No es fácil mover los vuelos con esa sutileza, enroscar los cambios de mano con esa parsimonia ni olvidarse del mundo para supurar naturales pisando el albero amarillo de la enduendada Sevilla. De no ser ese encuentro para encontrar un motivo, le peligraba a Simón el gris del tono de su primer toro.

A ese castaño guapo de estrecha sien y codicia por arrobas no era fácil cogerle pulso y distancia. Por eso es -así lo creo- el toro que cuaja José Tomás, que no es el fácil por clase ni el exigente por aspereza, sino el que marca la diferencia porque no permite un error. El de la clase -de eso tenía un alijo- fue el primero. A esta hora se lamentará todo el mundo de su flojedad de fuerza y yo prefiero recordar su derroche total de desliz, porque no será fácil verlo igual en lo que queda de feria. Castella sí lo verá, seguro, porque lo que sintió hoy con él dormirá en sus sueños esta noche.