Pues ya estaría: salvada, la Tauromaquia digo.
Resulta que al sectarismo de la izquierda con el ínclito Urtasun al frente, desde su pedestal del Ministerio de Cultura y la supresión del Premio Nacional de Tauromaquia como afrenta, los taurinos responden que nanai y se sacan de la manga otro Premio de igual nombre apadrinado por la Fundación Toro de Lidia , el Senado y nueve Comunidades Autónomas. El 30 de enero, en la Cámara Alta, será la presentación.
Ocurre que el Senado cuenta con mayoría absoluta de la derecha y de las nueve autonomías convocantes ocho son de tal signo ideológico y solo una, Castilla- La Mancha, gobernada por el PSOE, con el díscolo – pero no mucho- García Page al frente.
El Premio y con él la Tauromaquia como elemento de división de esas dos Españas machadianas empeñadas en seguir helando corazones.
La izquierda -o lo que dice ser izquierda- a la que se suma la internacional animalista y el coro mediático , con su demagogia puritana y censora contra la fiesta de los toros y la derecha encantada de apropiarse de ella desde un patrioterismo rancio y casposo (no solo en lo ornamental) junto a ese taurinismo de mirada corta y espíritu cainita, aventuran un horizonte cercano de zozobra en el que la recogida de firmas para eliminar vía parlamentaria la condición ( y el blindaje) de Patrimonio Cultural Inmaterial se aparece como gran amenaza.
En su ensayo «La España que tanto quisimos» ( ed.Arpa.2022) el filósofo ( catalán y comunista) Víctor Gómez Pin escribe: ‘De generalizarse el argumento según el cual la tauromaquia debería ser abolida por su intrínseca indigencia moral, incompatible con los valores de nuestro entorno ¿suprimimos sus símbolos?, derruimos sus monumentos, «la expulsamos de esa Europa que tantas veces se esgrime como asíntota de nuestras aspiraciones de pueblo limpio, claro y laborioso? ¿Qué hacemos, en suma, con esa vieja y- a ojos vista- civilizadísima ciudad de Ronda?’.-
Tauromaquia y Cultura -así, con mayúsculas- van de la mano, mal que les pese a los negacionistas que la excluyen del Premio que la acoge y reconoce. Pero la utilización partidista de ello, la confrontación interesada, todo lo pervierte y envenena.
Así las cosas no queda otra que exclamar, entre la indignación y el ruego: ¡Quiten sus sucias manos de la Tauromaquia».
Con Premio o sin él.