Desde la perspectiva que me otorgan mis responsabilidades como coordinador del Capítulo de la Fundación Toro de Lidia en Albacete y Académico de Número por la provincia de Albacete de la Academia de Gastronomía de Castilla-La Mancha, encuentro inevitable trazar un paralelismo profundo entre dos elementos que forman parte intrínseca de nuestra tierra, la uva y el toro. Ambos, en sus respectivas esferas, son emblemas de nuestra historia, cultura y valores.
El proceso de elaboración del vino es un arte que, desde hace siglos, refleja la conexión entre el hombre y la tierra. La uva, cultivada con esmero, es un símbolo de paciencia y saber hacer, que se transforma en vino tras un proceso de cuidado meticuloso y respeto por los tiempos de la naturaleza. Este proceso, que parece sencillo a primera vista, guarda en su interior la sabiduría de generaciones. El vino no es solo una bebida, es la materialización de una identidad cultural, de la tierra que lo produce y de las manos que lo trabajan.
De la misma manera, el toro bravo es el resultado de una cría paciente, en la que cada ejemplar es preparado con mimo y respeto para un momento que, aunque breve, condensa en sí siglos de tradición y valores. Al igual que el vino es fruto de la tierra, el toro bravo es el fruto del campo, cultivado por el hombre con la misma dedicación.
El toro de lidia, al igual que el vino, no es solo un producto o un animal, sino un símbolo cultural de dimensiones mucho mayores. En la tauromaquia, el toro representa fuerza, nobleza y sacrificio, valores que han sido esenciales en la construcción de nuestra identidad. El acto de la lidia, a menudo incomprendido, encierra una simbología profunda, la confrontación entre el hombre y la naturaleza, entre la vida y la muerte. Al igual que el vino es una celebración de la vida, la tauromaquia es una representación de la lucha vital, una danza entre la razón y el instinto, que refleja la dualidad de la existencia humana.
La tauromaquia, en su esencia, es una manifestación artística y cultural que, como el vino, ha sobrevivido al paso del tiempo y a los cambios sociales. Es cierto que ambas tradiciones han enfrentado controversias y críticas, pero lo que las sostiene es precisamente su capacidad para mantenerse fieles a su esencia, para seguir siendo, hoy como ayer, un reflejo del alma de nuestro pueblo.
Lo fascinante de este paralelismo es que tanto el vino como la tauromaquia son elementos que invitan a la reflexión, a la pausa, a la contemplación. En una época marcada por la inmediatez, ambos requieren tiempo, la crianza de la uva y la del toro no se apresuran, al contrario, exigen paciencia y dedicación. Cada botella de vino y cada toro que pisa el albero son un recordatorio de que lo auténtico necesita tiempo para desarrollarse y alcanzar su plenitud.
Como Académico de número de la Academia de Gastronomía de Castilla-La Mancha, he podido observar cómo el vino, a través de su maridaje con la cocina, fortalece nuestra identidad gastronómica. Del mismo modo, la tauromaquia, como expresión artística, ha inspirado a lo largo de los siglos otras formas de arte como la pintura, literatura, música… Ambas tradiciones se nutren mutuamente, y juntas, reflejan la riqueza cultural de Castilla-La Mancha y España.
La comparación entre la uva y el toro va más allá de una simple analogía entre el proceso de producción y la tradición taurina. Ambos representan una forma de entender la vida, de valorar el legado que nos ha sido transmitido. Como coordinador del Capítulo de la Fundación Toro de Lidia en Albacete, me siento comprometido en la defensa de este patrimonio cultural, al igual que, desde la Academia de Gastronomía, valoro el vino como una joya de nuestra identidad.
En un mundo cada vez más globalizado, es fundamental mantener vivas estas tradiciones, no solo como elementos de nuestro pasado, sino como parte esencial de nuestro futuro. La uva y el toro nos recuerdan que lo que somos hoy es fruto de lo que fuimos ayer, y que ambos, como símbolos de nuestra tierra, merecen ser preservados y celebrados.
Antonio Martínez Iniesta
Académico de número por la provincia de Albacete de la Academia de Gastronomía de Castilla-La Mancha.
Coordinador del Capítulo de la Fundación Toro de Lidia en Albacete.
COLUMNA
La uva y el toro
martes 22 octubre, 2024
Dos símbolos de identidad y Cultura de Castilla-La Mancha y España