«Las prisas para los ladrones y para los malos toreros». El aforismo es viejo y muy conocido. Está hasta muy manoseado entre las gentes del toro, pero no por ello deja de ser cierto. No hubo prisas en la primera de abono, pero si urgencias, que fueron manifestándose únicamente al terminar los turnos. Al final, como mal menor, todo quedó como estaba, y eso sólo es bueno para el que menos urgencia tuvo.
Ese fue Joselito Adame, harto de interpretar embestidas de allá y de acá, con siete cruces de charco entre medias. El mexicano le tiene cogida la medida a Sevilla, sabe que cuenta para la elaboración de carteles y eso le da la tranquilidad para trazarle recto al Muñeco cuarto, leerle las virtudes y enroscarlo sólo cuando ya no importa que claudique. Todo muy firme, muy serio, muy seguro, muy metido en su papel de firmar hoy el contrato del año que viene. Y la falta de urgencia pescó una oreja de encontrar la potabilidad del toro. Tal vez el más potable de cuentos salieron por chiqueros. Y eso de que te toquen Martín Agüero cuando estás toreando en La Maestranza debe ser de morirse…
De los que atravesaron el amplio portón, hablan a estas horas los aficionados del orientado quinto que devino en prenda tras su esperanzadora salida, enrazada y emotiva. Y Oliva Soto, el que más acusadas tuvo las urgencias, cometió el único error de dejar un hueco en el momento menos oportuno, cuando ya comenzaba a romperse Sevilla con un torero de distinto sello, distinto trazo, diferente sabor. Un error y se orientó el negro toro para demostrarle al camero que había comprendido su discurso en calé. Tornó entonces de dirección la raza del de Cayetano y allí se acuciaron las urgencias de un torero con vitola mayor que apenas pudo romperse en el extraordinario quite al abreplaza. Capote de palabra mayor.
Mayor se ha hecho, y mucho, la tauromaquia de Esaú. El otro camero del cartel se hincha de torear en el campo, pero ya no busca el triunfo fácil, sino la solución al problema que a la urgencia le plantea el toro. Hoy fue tremenda siempre su colocación en la plaza, en la cara y fuera de ella. Como lo fue la precisión en los toques, la lectura de la condición y la voluntad con que siempre quiso mitigar sus urgencias. No sumó, es verdad, pero tampoco decreció su cartel. Y tiene otra bala en el cinto.