EL TORO DE LA MERIENDA

Los límites de la heroicidad


martes 7 julio, 2015

Si algo nos ha enseñado la tarde de hoy en Pamplona es que la heroicidad tiene unos límites que la vida misma se encarga de poner en su sitio

Si algo nos ha enseñado la tarde de hoy en Pamplona es que la heroicidad tiene unos límites que la vida misma se encarga de poner en su sitio

Si algo
nos ha enseñado la tarde de hoy en Pamplona es que la heroicidad tiene unos
límites que la vida misma se encarga de poner en su sitio. El río que con aguas
de gloria dio su comienzo en Olivenza, puede que tenga -y ojalá el 13 de julio borre
de mí estas palabras- un final cariñoso en la Pamplona que se vistió de pirata
batalladora para hacer de una desgracia todo un signo de orgullo. Para hacer lo
que un «ojo de la cara» -con gracia así se lo toma el Ciclón- había
costado a Padilla en Zaragoza el signo de toda una Fiesta unida por el Toro en
julio.

Decía el
gran escritor y aficionado catalán Eugenio d´Ors que los límites de la unión
del tiempo con la heroicidad pasan por la nobleza. Y el bueno de Juan José,
ante todo, es noble antes que héroe, porque es precisamente el tiempo y la
nobleza los que han conseguido su carisma heroico. Y es que, repito, de aquella
Olivenza que le dio un bofetón a la muerte a la Pamplona que le dio otro bofetón
al complejo de la desgracia ha pasado una etapa en la que Padilla ha hecho
historia. Una historia que parece estar tocando su fin.

También
la tarde de hoy nos ha hecho apreciar la osadía de un López Simón que venció la
barrera psicológica de la imposibilidad humana -no olvidemos el golpazo moral
que a punto estuvo de segar su carrera- y que le ha ganado la partida a la desidia.
Alberto no es torero de medias tintas. El inicio de faena al segundo de
Jandilla lo confirmó: al valor innato le impregnó un aroma personalísimo que
dotó de mito el resto de su tarde.

Y es
que sus palabras así lo profetizaron: «L
as orejas no importan. El toreo es mucho más
grande que eso. El toreo es sentimiento y entrega, y ¿qué más bonito que
jugarte la vida con un hombre y un animal con la posibilidad de perderla?». 
No cabe más nada para reafirmar que el camino de figura que ha elegido
tendrá, tarde o temprano, la recompensa psicológica y moral que la verdad de su
vida predica.

Son las
dos caras de una moneda taurómaca que hoy nos ha enseñado que la vida tiene
etapas y éstas hay que saber respetarlas. Con el orgullo de saberse querido por
una Fiesta a la que ha entregado su alma, Padilla no está para más tralla; con el
coraje y la satisfacción de saberse casi entre figuras, López Simón puede ser
el final de una trágica década que aún no ha sacado un torero con marca para la
historia.