Con la temporada europea ya terminada, hay muchos toreros que se toman un tiempo de descanso antes de afrontar compromisos al otro lado del charco o empezar con la preparación de cara a la temporada 2023, que comenzará una vez el mes de febrero corte las últimas hojas del calendario. Un 2022 en el que hubo un nombre propio, José Antonio Morante de la Puebla, que en sus bodas de plata como matador de toros llegó a la friolera de 100 corridas de toros.
Un año en el que esa cifra pudo ser mayor si no hubiera causado baja en alguna de las corridas celebradas, o si el tiempo no hubiera suspendido alguna de ellas. Un año especial que comenzó en México y que acabó en Ubrique -en medio hubo tres festivales que aumentaron el número de paseíllos hasta los 103-.
El propio torero, en declaraciones a los compañeros de Movistar, dejaba claro que no sabía el número de festejos que llevaba a sus espaldas. No hacía cuentas, simplemente deseaba poder llegar a ese número. Una temporada marcada por su compromisos con las plazas de tercera, la apertura de carteles y ganaderías, algo que valoró el aficionado. Un comienzo de temporada exigente con las cuatro tardes de Sevilla o las tres de Madrid, todas ellas unidas a un ramillete de ferias donde hizo doblete.
Casi sin tiempo para hacer elucubraciones sobre ’23, el propio José Antonio dejaba claro que la temporada venidera no vendría acompañada de esa amalgama de festejos, haciendo oficial que su vuelta no sería hasta el Domingo de Resurrección, dejando aparcada la posibilidad de hacer temporada americana y de ir a plazas como Olivenza, Castellón, Arles o Valencia en el comienzo de temporada. Una noticia calló como una bomba entre los aficionados.
La tauromaquia no puede depender únicamente de un torero que cumplirá 26 años de alternativa en junio del año que viene, ni tampoco de otros consagrados que ya tienen muy definida su estructura de temporada. Morante ha llegado al centenar de festejos, quedando muy lejos de el otros espadas que han sumado no más de 40 paseíllos. La desigualdad queda patente, de ahí que todos tienen que hacer un esfuerzo por recoger el guante y entre todos coger ese número de festejos que quedarán vacantes para que muchos pueblos y plazas de tercera no se vean sin toros de la noche a la mañana.
Están ahora obligados los mandones del toreo a coger esa antorcha que se ha visto que ha funcionado, por respeto a los ganaderos, al futuro del toreo, a los jóvenes que quieren seguir adelante… porque si no van a ser muchas generaciones perdidas. Y al menos dos figuras necesitan seguir su estela de un número amplio de corridas -no 100, más sí acercarse a ellas-. Y si un abono de 15 corridas de toros tiene que perder varias tardes números, lo tiene que hacer para que puedan entrar los toreros que más adelante tienen que ser el relevo de los Morantes, Julis o Manzanares.
José Antonio sumió a la Fiesta, tras el palo de la pandemia, en una burbuja positiva de espectáculos de la que ahora el resto de figuras deben tomar el testigo. Por compromiso con el toreo. Por compromiso con su futuro.