AL NATURAL

Morante o la desgana de un genio


miércoles 5 junio, 2024

El cigarrero ha protagonizado en mayo actuaciones colosales en plazas de segunda y tardes de mero trámite en las de más responsabilidad

Morante
Morante durante una tarde en San Isidro de 2024 © Luis Sánchez Olmedo

Vaya por delante una máxima ineludible para cualquiera que coma dedicándose al arte, en cualquiera de sus manifestaciones: es absolutamente imposible estar en plenitud de facultades -físicas, mentales y, sobre todo, anímicas- todos los días a las siete de la tarde. El toreo, como expresión artística que es, necesita el alma del que lo hace, porque si no está el alma y la vida por medio, no es toreo, sino un vulgar trámite en el marco del rito sacrificial del toro bravo. El toreo es, en definitiva, crear, y para ello es necesario que los dos protagonistas de este rito aporten compromiso a su rol.

Uno de los ‘sacerdotes’ que con más pureza y verdad celebran este rito se llama José Antonio Morante Camacho y se anuncia en los carteles con el nombre de Morante de la Puebla. Y sí, sus seguidores lo siguen como el totem de un culto pagano pero intenso al que se entregan en cuerpo y alma. Por eso cuando al ‘cura’ le supura esa sensibilidad artística para torear con todo el cuerpo, ese rito no se parece a nada más que uno haya vivido. Te llega al pecho muy por dentro, te remueve las tripas, te captura y te mantiene como si una enorme mano te hubiera subyugado cada célula del cuerpo. Esa sensación tan inexplicable es adictiva, y cuando uno va a de nuevo a ver a Morante quiere volver a sentirlo; no le vale ya nada más.

Pero Morante -por más que se le parezca para algunos- no es ningún Dios. Es un ser humano de carne y hueso al que ni le rebotan las balas ni le pasa el tiempo en balde. Esa capacidad suya de inyectar electricidad al organismo sólo viene cuando se conjuga su estado con la condición de un animal. Es por eso por lo que sus detractores aseguran que para verle torear hay que ir en su cuadrilla, porque nunca se sabe cuándo va a ser. No es desgana, como suelen acusarle, ni miedo, porque José Antonio puede ser el artista con más valor de cuantos ha habido en la historia. Pero sí puede ser hastío de atragantones mentales.

Pero esta temporada -al contrario que en las anteriores- se está produciendo un patrón, muy apreciable en los meses de abril y mayo: José Antonio no se ha sentido ni en Sevilla ni en Madrid, ni en Córdoba, es decir, en las plazas de primera, pero ha dejado grandes obras en plazas de menor responsabilidad, como pueden ser Toledo o Cáceres, donde el aroma cigarrero quedó impregnado en los aficionados presentes. ¿Coincidió que salió el toro o que sus conocidos problemas de salud le permitieron brillar? Porque, luego, hay otro problema añadido: Morante es especial cuando lo hace, pero cuando lo intenta suele ponerse tremendamente aburrido. Y por eso -yo lo comprendo a la perfección y comparto su proceder- es mejor que abrevie cuando allí no va a pasar nada. Pero, claro, la gente que ha pagado por verlo eso no lo lleva nada bien.

Podrán estar o no de acuerdo con el torero, pero un torero no fabrica tornillos, y para hacer el toreo no vale cualquier animal. Al menos, para hacerlo como lo hace él. Sí, hay, en cambio, algunos parámetros objetivos que aportar que quizá le sirvan en su elección de ganaderías; a él suele gustarle, como a todos, el toro que embiste con regularidad y con brío, para poder reducirlo, imponerle su ritmo y, entonces, crear. Sin embargo, para embestirle a Morante hay que ser un supertoro: con fuelle para soportar su exigencia; con recorrido para gatearle hasta atrás; con clase para colocarse en el trazo; con bravura para no decaer cuando aquello empieza a doler en el lomo. Un supertoro, dicho está. Uno de esos que le sale a Jandilla, Victoriano, Fuente Ymbro o Santi Domecq, ganaderías que no frecuenta. Tal vez si se conjugase con ellas…

Lo que sí es cierto es la falsedad de un argumento que solía utilizar mi padre conmigo: «A mí Morante no me vuelve a robar la cartera», me decía, cuando el sevillano era el único que no lo hacía, porque no es capaz de esconderse detrás de la técnica para pasar las tardes en que no. Prefiero la gracia del amigo Juanma Ortega, gurú de las ondas en Radio Marca, quien una vez en Madrid, al acabar una corrida desafortunada del maestro de La Puebla, gritó: «Morante, la próxima vez va a venir a verte tu santa madre… ¡y yo!».