AL NATURAL

¿Qué está pasando en Núñez del Cuvillo? La ganadería, en el precipicio tras una historia de desidias familiares


lunes 6 noviembre, 2023

Desde la marcha de Álvaro Núñez Benjumea, quien estaba al frente de la vacada, nadie ha sido capaz de mantener el rumbo

Cuvillo
Un toro de Núñez del Cuvillo en el ruedo de Las Ventas. © Plaza 1

Sigue siendo una de las ganaderías que más se cotizan entre las figuras, es verdad, pero cada vez hay más problemas para anunciar una corrida con el hierro de Núñez del Cuvillo sin que surja ningún escollo entre la contratación y la lidia. Y esta deriva -muy peligrosa, por cierto- siempre va a ir a peor si se mantienen las actuales formas de trabajar de una familia que siempre vivió rodeada por el toro bravo. Y puede que todo empezase aquella tarde en que Manzanares daba la vuelta al ruedo a una Maestranza enfervorizada junto a Álvaro Núñez Benjumea, que recorría los parabienes del Baratillo después de que Arrojado, de Núñez del Cuvillo, se convirtiese en el primer toro indultado de la historia de la plaza.

Tras esa efemérides, digna de mención en la historia de cualquier vacada, todo comenzó a torcerse. No de inmediato, pero sí paulatinamente. La figura del patriarca de la familia, don Joaquín, fue emergiendo poco a poco hasta ir dejando cada vez menos espacio a los ositos que dormían en la misma cama. Y, uno a uno, fueron cayendo por un lado de la cama cada vez que se daba la vuelta el oso mayor.

Primero le ocurrió a Álvaro, que un buen día decidió que le apetecía dejar de dar explicaciones y alquimias de por qué la vacada embestía de aquella forma, o empujaba de aquella forma, o gateaba en la muleta como lo hacía, pese a que nunca fue muy grande y lo que la salvaba era la cara ‘carísima’ que lucía. Y, con Álvaro -al que le han bastado cinco años con su nuevo proyecto para comenzar a pisar las plaza grandes y los carteles de postín-, se fue uno de los mayores estudiosos de las embestidas de un toro que existen en este país.

Su hermano ya estaba en su propio proyecto ya por aquel entonces, de modo que don Joaquín dejó a su nieto Álvaro de la Campa que se convirtiese en cabeza visible de la ganadería. Estuvo sólo dos años y ya le dio tiempo a ver que aquello no estaba en sus manos -como sí había estado en las de Álvaro- y que cuando la última camada salida de la mente de Álvaro fuera lidiada en una plaza se iba a ver un toro muy distinto. Y también -sobre todo- se iban a tomar decisiones muy distintas.

Y fue entonces cuando don Joaquín decidió dar la cara y ponerse al frente. Con sus ideas, con su concepto, con sus virtudes y sus defectos. Pero la última camada ‘creada’ por Alvarito se lidió ya hace año y pico, y el toro que está saliendo no es el mismo. Tal vez influya que hay que conocer muy bien cómo funcionan entre sí el mejunge de sangres que se juntan en esta rama, donde Domecq, Osborne y Núñez comparten protagonismo en depende qué momentos de la lidia. Una alquimia, vaya, que hay que ser muy bien aficionado para equilibrar.

Pero ahora no sólo no está equilibrada, es que le cuesta incluso encontrar al toro que valga para las plazas donde está el ‘turrón’. Como ocurrió, por ejemplo, la pasada Feria de Otoño, donde no más de tres toros, de los nueve que había reseñados, hubieran pasado de decidirse un 3+3. Pero es que, además, el propietario, que cobra sobreros y no deja que vuelva un toro a la finca, cobra por contrato al embarcar -y ahí te las compongas si no pasa la corrida- y pone y quita toros de las corridas que sean precisas.

Todo prácticas que no ayudan a mantener el prestigio de una ganadería que ha sido señera en el campo bravo y que, sin venir demasiado a cuento, se ha convertido en una fuente de problemas para contratar.

Yo me lo haría mirar, ahora que -ojalá- estamos a tiempo de reencontrarnos…