JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO (4 de
abril de 2016)
Vaya por delante el enorme respeto que siento por aquellos
aficionados cabales que, dentro de sus posibilidades, intentan día a día
fomentar una Fiesta que sienten en el alma. Ahora bien, la proliferación del
tentadero benéfico puede ser un arma de doble filo de la que, en pocos años,
nos podemos arrepentir. Me explico.
Este tipo de citas es el fruto de la imposibilidad de
organizar eventos por parte aficionado de a pie ante el pasotismo del sistema,
pero nuestra obligación es luchar porque paulatinamente se transformen en los
festivales que siempre han sido gloria de la historia taurómaca. Y no olvidemos
que se trata simple y llanamente de una actividad campera más, privada, que nos
empeñamos en hacer pública para ahorrar costes y que, del mismo modo, nos
empecinamos en transformar en un espectáculo que no es.
Es totalmente legítimo y respetable que proliferen los
tentaderos benéficos, pero no olvidemos que lo que realmente señalan es a la
integridad de la Fiesta en un modelo de festejo, el festival, que no podemos
perder. Y es cierto que a veces puede ser contraproducente el festival tal y
como se entiende por algunos subgrupos taurómacos, debido esencialmente a la
degradación de éstos en áreas rurales, la participación de ciertos toreros de
caché en festivales sin animales con entidad o la no participación de
novilleros en carteles, a veces, de desastrosa organización.
Debemos luchar porque ni un tipo de faena campera –que no
espectáculo- prolifere ni otro tipo de festejo –el festival- caiga en la
vergüenza de nuestra Fiesta. Debemos buscar el punto medio, para, en el futuro,
asegurar que la mediocridad no inunde nuestras plazas.