Una de esas figuras que está pasando de puntillas durante esta temporada era el alicantino José María Manzanares. El espada nacido a orillas del Mediterráneo lleva en el dique seco desde el pasado mes de junio cuando tuvo que pasar por quirófano para ser intervenido de urgencia debido a una hernia cervical. Un torero que veía así frenada una campaña que no acababa de arrancar tras pasar prácticamente desapercibidas sus actuaciones en cosos tan importantes como Sevilla y Madrid, siendo la tarde de Valencia un oasis en su temporada.
Manzanares encontró en su tierra ese refugio donde sacó a relucir ese concepto de elegancia y empaque en dos tardes ante los toros de Garcigrande, Puerto de San Lorenzo y Jandilla, Pasearía tres orejas en la tarde de los astados salmantinos y una más con el hierro de la estrella de cinco puntas. Cierto es que hubo triunfos en cosos menores como Illescas, Brihuega o Baeza, e incluso la oreja cortada en Nimes supo a gloria, pero su paso por La Maestranza y Las Ventas dejó claro que la temporada se estaba poniendo cuesta arriba.
Un año donde aceptó partir plaza y bajar sus emolumentos en ciertas plazas, un año donde el cumplir 20 años de alternativa y tener la hoja de servicios que tiene le permitía estar anunciado en las principales ferias, aunque los méritos contraídos en el ruedo no fueran suficientes para ello. Nadie discute la carrera del alicantino, que es un torero con una gran elegancia y que cuando lo ve claro son de los que gusta siempre ver, pero ahora no pasa por ese momento de redondez que exigen los carteles donde se anuncia.
José Mari es uno de los toreros más castigados por las lesiones, sus dolencias de espalda han mermado a un espada que tuvo su cenit en aquel 2011 donde veía toro prácticamente en todos lados. Cinco orejas y un indulto en Sevilla, Puerta de los Califas en Córdoba, un rabo en Jerez, tres orejas en dos tardes y Puerta Grande en Madrid, cuatro orejas y un rabo en Nimes, seis orejas en dos tardes en Barcelona, cuatro orejas en el Puerto de Santa María, oreja en Bilbao, un rabo en Dax…
Manzanares venía de una escalada meteórica durante los años venideros y que mantuvo el viento de cola durante las campañas venideras. Pero los citados problemas de espalda o el repentino fallecimiento de su padre marcaron unas temporadas de cierta irregularidad, esa que dejaría de lado en 2016 tras el rotundo golpe en la mesa dado con su histórica faena a ‘Dalia’, una faena que le devolvió la sonrisa que parecía haber perdido en una obra que rozó el rabo. Unos años salpicados de buenas faenas como la de aquel San Miguel de Sevilla con una corrida de Juan Pedro, pero marcadas por más simas que cimas en las grandes plazas.
El viernes 21 de julio es la fecha marcada en rojo para la vuelta de un Manzanares que tiene compromisos de altura en este verano de 2023, esos en los que deberá dar un paso adelante si no quiere finalizar la temporada a la baja. El problema de cervicales es complejo, de ahí que tenga que estar plenamente recuperado para llegar al 100% físicamente. Serán prácticamente dos meses de baja, esos en los que no tuvo hilo directo con la afición, ese que le tocará recuperar lo antes posible.
Cierto es que esto no se consigue en un día y que tanto las buenas actuaciones como los triunfos le deben dar moral para coger impulso en lo que resta de temporada, algo esencial para ver al mejor Manzanares, o por lo menos ese que cautiva por su empaque, elegancia y sentido del temple. Muchos son los aficionados que aún lo esperan, que siguen confiando en un espada que si lo ve claro es capaz de poner a toda la plaza en pie, pero eso únicamente se hace con convencimiento y sin dejarse llevar por el conformismo de saber que con su clase le basta para ir tirando y seguir copando los carteles de privilegio.