EL EXILIO INTERIOR

Refutación y elogio de la crítica taurina


jueves 10 febrero, 2022

Empieza una temporada que, en cuanto a su organización y desarrollo nada tendrá que ver- esperemos- con la anterior y menos aún con la de 2020.

Temporada

“Parece imprescindible ver una corrida de toros como si fuera la primera y única vez que se ve. Y, en consecuencia, escribir de ella como si fuera la primera y última vez que se escribe”. (Ignacio Álvarez Vara Barquerito, en “La crónica taurina actual”. Celia Forneas. Ed. Biblioteca Nueva 1998).

Mediado el siglo XIX, Mariano José de Larra regresó a Madrid de una estancia en París seducido y deslumbrado por el descubrimiento y trato con escritores como Alejandro Dumas, Balzac o Víctor Hugo. Y, por eso, ya en la capital, anotó: “Escribir en Madrid es llorar, es como una pesadilla abrumadora y violenta”. Al poco, el desamor le llevó a pegarse un tiro, sin haber cumplido la treintena.

Larra, por cierto, dejó constancia de su antitaurinismo en un artículo “Corridas de toros”, en el que se pueden leer cosas como esta: “Los españoles sucesores de Pelayo, vencedores de una gran parte de los reyezuelos moros que había poseído media España, ya reconquistada, tomaron de sus conquistadores en un principio estas fiestas, cuya atrocidad era entonces disculpable, pues entretenía el valor ardiente de los guerreros”. Un argumentario (sic) que no desmerece del que ahora proclaman otros y otras.

Puede que escribir en España no sea llorar- Larra lo dijo de Madrid y por motivos muy distintos a los que tantas veces se han proclamado- pero escribir de toros no sé yo.

Escribir de toros, en este tiempo, en España, está mal visto y muchos de quienes lo hacen- salvo las excepciones de rigor en cualquier generalización- ven reducidos sus espacios en los medios. Pero, además, los propios aficionados taurinos- los profesionales, también-  ponen en entredicho su solvencia e, incluso, honestidad. Nada nuevo, claro, y que además se puede justificar en la historia misma del periodismo taurino, con el llamado “sobre” como paradigma hasta no hace tanto. Ese “sobre” que Jaime Ostos se atrevió a airear ante las mismísimas cámaras de la televisión única y española y con el taquígrafo de El Pardo como destinatario del brindis-denuncia. O el que Curro Romero le dijo en su día al gran Gonzalito, su “mozo espás”,  que ya se había acabado para sus receptores habituales.

Sin embargo, pese a su mala prensa- valga la redundancia- el periodismo taurino se nutre de grandes firmas y publicaciones que son historia y memoria de la Tauromaquia, que la sitúan en su contexto social y la explican en su evolución artística.

Antecedentes de la crítica taurina, sería la reseña y, aún anterior, la relación.

En las relaciones se describían las corridas caballerescas y se documentan (Cossío) a principios del siglo XVI, aunque otros las llevan a más de un siglo antes. La reseña, la sucesión de datos numéricos, de los distintos momentos de la lidia se remontan a finales del siglo XVIII y se publicaron en El Diario de Madrid y un siglo más tarde llegaría el periodismo, la crítica taurina, en la que ya quien firma entra en la valoración de lo acontecido en el festejo. Aparecen las revistas taurinas y, con ellas, el revistero. Revisteros que no se limitan a las revistas especializadas sino que también firman en los periódicos. Así, en las más importantes cabeceras yen las décadas siguientes,  las páginas de toros llevan firmas que serían de referencia en las décadas posteriores: Peña y Goñi, Mariano de Cavía Sobaquillo, Don PíoDon Modesto, Dulzuras, Corrochano, K-Hito,  Manuel Martínez de León Oselito, Julio Urrutia o el catalán Néstor Luján, autor de “Una historia del toreo” ejerció, a mitad del anterior siglo, la crítica taurina en el diario La Vanguardia y la revista Destino. De entonces a ahora, la lista es larga y cada cual tiene en ella sus preferidos y lo contrario.

“Crítica, que palabra tan fea”, sentenció El Faraón de Camas.

Crítica o crónica, el periodismo taurino vive una zozobra en la que se suman varios factores políticos, económicos y sociales, agravados por la pandemia. Han desaparecido publicaciones de referencia, como el semanario 6TOROS6,  y otras sobreviven en formato digital, mientras en la prensa generalista el espacio para la información taurina, allí donde persiste y con firmas reconocidas, hay que pelearlo en el día a día. Los portales taurinos, por su parte, combinan la inmediatez de la noticia con otros contenidos, tanto de opinión como gráficos, sustentando un cuerpo informativo que se demuestra necesario y con miles de visitas.

El periodismo taurino siempre ha estado en entredicho de credibilidad, ya sea por las filias y fobias de los firmantes como- más grave- por las servidumbres propias de la economía. Algo que, por supuesto, también ocurre en todos los ámbitos , no sólo del periodismo, sino de cualquier actividad. Y, si de crítica hablamos ¿alguien supone que la crítica cinematográfica, teatral, deportiva, musical,  literaria, de arte…en medios generalistas o especializados, se desempeña y vive libre de cualquier sospecha?.

Resulta cuanto menos curioso que precisamente  en la única actividad artística en la que “ la vida se pone en juego sobre el tablero” (Unamuno), esa en la que, a diferencia del teatro, el cine o la ópera, “se muere de verdad”, cuando se escribe sobre ella, se valora, se cantan sus glorias o se refieren fracasos, quien lo firma y quienes lo protagonizan, toro y torero, están bajo sospecha.

La credibilidad, un reto a ganar.