La Maestranza a reventar, guapos, guapas (el comentarista televisivo hizo hincapié, que cosas), famoseo y gentes de toda condición, autóctonos o foráneos, al reclamo de un cartel de relumbrón , bajo el poderoso influjo de un torero peruano, Roca Rey, que está en esto para mandar.
A su paso por LIma, varios puentes cruzan el caudaloso rio Rimac, siendo el de Piedra el más famoso de ellos, y a él le cantó la Chabuca Granda con jazmines en el pelo y rosas e la cara. Hoy, por primera vez en su corta y apabullante andadura torera, Roca Rey, al salir alzado a hombros por la Puerta del Principe, que lo es de la Glora, tenía ante sí otro rio, pura historia de cultura y otro puente, el de Triana, que lleva al Altozano, con Juan Belmonte siempre vigilante.
No seré yo quien discuta la legitimidad de un triunfo que llega por la suma de orejas cortadas y si de estas alguna fue de más. Y no lo seré porque el triunfo fue la recompensa a una demostración -otra más- de poderío, técnica, ambición…a partir de un valor sereno y una firmeza rocosa.
Roc Rey pisa el albero y con él va una declaración de intenciones que se resumen en una frase: estos son mis poderes,
Asienta las zapatillas, cita al toro de lejos o se mete entre los pitones, se suceden chicuelinas de angustioso ajuste y series largas, vibrantes, ligadas, ceñidas, por uno y otro pitón, de derecho, del revés. Y el espectador no tiene otra que entregarse con él y así llega la catarsis, la locura, los abrazos. Por eso, cuando en rectitud se va tras la espada, la hunde hasta la empuñadura y rueda el toro, mientras el héroe de luces alza los brazos victorioso, guapos, guapas, famoseo, autóctonos, foráneos y gentes de toda condición se unen en el agitar de pañuelos blancos (en La Maestranza aún se agitan pañuelos blancos de lino, no kleenex o almohadillas) y el usía no tine otra que asomar los suyos en el Palco.
Roca Rey ha salido por la Puerta del Príncipe por primera vez y nadie duda que vendrán más.