POR JUAN GUILLERMO PALACIO
Calles Perú con Bolívar, esquina en la que desemboca Barbacoas, la cuadra más dura y agitada de Medellín, donde conviven unas cuantas familias anquilosadas en el centro, travestis y ollas de vicio clausuradas según la versión oficial.
En el edificio San Isidro vive José Fernando Arango, torero de toda la vida y desde hace 7 años maestro de Juan de Castilla, novillero que debuta hoy domingo en La Plaza de Las Ventas, un teatro gigantesco, deseado y temible.
A 8.025 kilómetros de distancia de allí, en este centro de Medellín alucinante y azaroso, se reúne su familia –sus padres Leila, Arbey, el sobrino Juan José y su mentor- y unos pocos buenos amigos para celebrar la noticia que han esperado cinco generaciones atrás: que uno de los suyos rompa la cadena de anonimato y dificultades que imponen las limitaciones económicas en un país como este, de unos cuantos.
Juan de Castilla es un joven parido y levantado en una de las comunas de Medellín, una montaña llena de suburbios del proletariado, calles empinadas por las que sucede lo mejor y lo más duro que pueda verse.
A Juan se le cruzó en la vida el toro bravo. Sin ningún antecedente, vio a uno pastar en una pequeña ganadería montañera mientras le ayudaba a su padre en una reparación de la construcción. Eso bastó para que Juan preguntara qué era ese círculo de ladrillo, arena y cal, la plaza de tientas. Las personas venimos al mundo predestinadas; si no, qué algoritmo, método científico o de investigación social puede explicar que este jovencito esté hoy en una metrópoli europea,metido en un traje manierista y amanerado, jugándose la vida.
Una vez que el virus del toreo se le inoculó, conoció a José Fernando, un matador desahuaciado (RAE, desahuciar: «Quitar a alguien toda esperanza de conseguir lo que desea”), que cargaba el conocimiento acumulado en la historia de la tauromaquia. Había bebido de la fuente de los grandes maestros: Marismeño, Camino, la casa Lozano, César Rincón…
Se prepararon en silencio en los parques, las bibliotecas, los cines públicos, en cualquier lugar donde pudiera recibir influencias que le enseñaran a discernir cómo parir el arte. En las canchas jugaban al toro, incluso en medio de jóvenes armados que los llegaron a increpar de asesinos porque eran toreros.
Cuando no se vislumbraba la forma de patrocinarle el viaje a España, cuando el juego parecía cerrarse, una mano prodigiosa apareció y pintó un panorama menos delgado para Juan, el pintor Fernando Botero.
Luego de resistir el invierno, el hambre, la ausencia, Juan de Castilla ha venido aprovechando cada escasa oportunidad de torear. Plazas portátiles, pueblos polvorientos, talanqueras, Peralta, Guadalajara, Sevilla… y ahora la plaza de Las Ventas, La Scala de Milán del toreo, el cielo.
La familia recuerda diversos momentos de solidaridad y de presión. Esperan alguna noticia de España. El ambiente parece tranquilo, aunque la procesión va por dentro.
En agosto los toros son más complicados, más certeros, han aprendido unos meses más. A Manolete no lo mató un toro en mayo. Es el mes en el que los toreros cobran mejor.
-Trabaje con prudencia –le recomendó su madre antes de hacer el paseíllo.
-No me exija prudencia, me la voy a jugar toda.
Es más difícil cortar una oreja en Las Ventas a que un toro pase por el ojo de una aguja.
-Con esto podríamos entrar en San Isidro -augura José Fernando.
Juan había conocido la plaza de Las Ventas en el año 2012, el mismo día que aterrizó al viejo mundo. Lo llevaron de sorpresa. «Esta va a ser su novia, empieza a enamorarla”, le dijo su maestro. Se acercó, acarició sus ladrillos moriscos y luego se santiguó.
Las fotografías de los portales dejan ver una mayor presencia de público en el tendido 7, el de los sabelotodos, el sanedrín; las reseñas de los medios españoles, que no regalan ni el saludo, se expresan en términos esperanzadores:
Cultoro: Juan de Castilla roza la puerta grande en su debut.
Mundotoro: Impacta Juan de Castilla.
ABC: Juan de Castilla, siempre al frente en su debut de purísima y oro.
Hablan de una colocación sincera, de valor, de una presentación prometedora, algunos de injusticia.
Juan llama desde España. El diálogo deja entrever que está insatisfecho por no haber abierto la puerta grande. Se flagela por el auricular. Salen de inmediato palabras de consuelo…
-Se me fue la puerta grande.
-No se te ha ido, está ahí, solo que este no era el momento.
El ambiente es de alegría y fe. Juan tiene un camino por recorrer. Sabe que se juega la vida cada tarde: la de sus padres, su hermano, su sobrino y su mentor.
La variedad de licores humedece apenas el encéfalo. La cordura y el peso moral del domingo me ponen límites. No salgo en hombros de San Isidro, el edificio. Juan en cambio sí lo va a hacer en un mes de mayo.
FOTO: las-ventas.com