La temporada ha tocado a su fin a este lado del charco, y con ella un gran número de matadores de toros comienzan a preparar un 2024 en el que sus nombres estarán anunciados en distintas ferias de España y Francia. Este es el caso del arriacense Javier Sánchez Vara, un espada que cada tarde que pisa el ruedo dignifica su profesión ante toros de muy distinta condición. Un 2023 que saldó con 18 corridas toreadas y un total de 25 orejas.
Un diestro que ha estado presente en plazas de gran exigencia como Arlés, Vic Fezensac, Ceret, Orthez o Zaragoza, una serie de plazas donde estoqueó corridas de Hoyo de La Gitana, ahora Hijos de Don Ignacio Pérez Tabernero, Saltillo, Santa Teresa, Valverde o Palha, una serie de hierros a los que hay que sumar otros como Dolores Aguirre, Couto de Fornilhos o Reta de Casta Navarra.
Pero Sánchez Vara también ha tenido la oportunidad de matar corridas de hierros como Las Monjas o Sorando, dos divisas con las que pudo triunfar cortando un total de seis orejas, quedando claro que también puede tener cabida en corridas, sobre el papel, menos duras, aunque la exigencia nunca se negocie. Una temporada que ha vuelto a mantener el idilio de este torero con las aficiones toristas de Francia, lugar donde trenzó el paseíllo en varias ocasiones, la espinita que le queda fue el no poder comparecer en Las Ventas, plaza donde se ha ganado estar anunciado.
Por lo tanto, la temporada venidera debe ser esa que devuelva a Sánchez Vara a plazas como Madrid, un coso donde siempre ha dado la cara. Pero todo tendrá que volver a ganárselo tarde a tarde, pese a los méritos contraídos año tras año, siendo este el sino de un alma aguerrida que lucha a carta cabal para dejar su sello ante ganaderías nada fáciles, esas que obligan al espada a estar en batalla y no ceder un centímetro ante astados complejos.
El diestro alcarreño, con una larga y heroica hoja de servicios, sueña con entrar en las grandes ferias, convencido de que no ha recibido lo que merece. Un diestro al que se le respeta por ser un lidiador experto en las corridas más inciertas y temibles, esas que obligan al torero a defenderse más que a torear, esas donde la vida se pone en juego con ejemplares decimonónicos, ganaderías de otro siglo en el que el cuerpo a cuerpo era el pan nuestro de cada día.