Paco March
La Dolores de la copla nada tenía que ver con la auténtica Dolores, de cuya azarosa vida dejó constancia- tras arduo trabajo de investigación- el periodista bilbilitano Antonio Sánchez Portero, recientemente fallecido. Pero lo cierto es que quien más quien menos la tiene in mente cuando de referirse a Calatayud se trata.
Como bilbilitano consorte y desde estas tierras de “polvo, niebla, viento y sol/ y donde hay agua una huerta”, que cantaba el añorado Labordeta y a las que regreso siempre, como ahora, feliz de rencontrarme con familia y amigos, que, catalán como soy, siempre me saludan con un ¿qué pasa maño? que me hace sentir uno más entre ellos, ando estos días, que deberían ser de fiestas san roqueñas (como en tantos pueblos de España), charangas, peñas, vaquillas, toros…con ánimo alicaído y talante melancólico por lo que el jodido virus nos está arrebatando, dos años ya y ojalá el último.
Sin embargo, cuando se supo que, fuera del calendario (no) festivo, domingo 22 agosto, Calatayud programa una corrida de toros, se me alegraron las pajarillas. Nada menos que una corrida santacolomeña de Ana Romero, para Morante de la Puebla, Diego Urdiales y Tomás Campos. Ahí queda eso.
Y si de la historia más allá de la copla de La Dolores hablábamos, historia taurina prolija tiene el Coso de la Margarita bilbilitano, inaugurado con tal nombre en septiembre de 1877 y que reemplazó a la primera plaza de toros de la ciudad, datada en 1800.
Por La Margarita (que ha vivido numerosas reformas estructurales pero manteniendo su arquitectura primigenia) , segunda plaza de toros de Aragón en aforo, tras La Misericordia de la capital, han pasado las mejores ganaderías y toreros de distintas épocas. También ha estado en manos de reconocidas empresas taurinas, entre ellas la Casa Balañá, que a finales de la década de los 70 nombró gerente de ella -como en muchas otras- al entrañable y gran taurino (en el mejor sentido de tal adjetivo) Don Manuel Cisneros.
Llevo cuarenta años viendo toros en Calatayud, ya sea en agosto por San Roque o en septiembre por la festividad de la Virgen de la Peña. Lo que por San Roque es estruendo “sanferminero”, las peñas y su jarana en el sol, por septiembre es comedida seriedad, pero siempre con respeto y admiración por los toreros y aprecio por el toro en plenitud. En el Coso de la Margarita he visto tardes de gloria, otras no tanto, graves percances… que así es el albur de cada de toros. Entre los recuerdos de la ya frágil memoria ( que se resiste a acudir a google para removerlos), una tarde, allá por los inicios de los 80, en que Esplá,
Mendes y El Soro salieron a hombros y de tal guisa, acompañados por la muchedumbre y las peñas (Rouna, Solera, El Cachirulo, Garnacha, Los que faltaban…), siguieron Carretera Nacional adelante (aún no existía la autopista) hasta el Hotel Calatayud, lugar de albergue y encuentro de toreros y aficionados hoy- como tantos otros- ya cerrado. Eran los años del apogeo del cartel de banderilleros y alicantino, portugués y valenciano crearon un alboroto acogido con enfervorizado entusiasmo por un público – entre ellos, quien esto firma y su bilbilitana esposa- que llenaba el Coso hasta las banderas de España, Aragón y Calatayud que coronan el recinto.
El 22 de agosto no se llenará de tal manera, por criterios sanitarios que harán que las mascarillas no dejen ver las sonrisas y pongan sordina a los olés, que seguro llegarán.
Unos olés para Morante, Urdiales y Campos, que las gentes de mi tierra de adopción entonan con fuerza en la voz y agradecimiento en el corazón:
“Treinta partes de franqueza, veinte de desinterés y cincuenta de nobleza, eso es una aragonés” canta la jota.
Vénganse, si pueden y quieren, a Calatayud. O, en su caso, atentos a la televisión ( bien por el Canal Toros, la empresa y los toreros), que llevará la corrida a sus casas.
Hay una cita importante con el toreo. Y conocerán un pueblo, unas gentes y una plaza que valen la pena.