Leo Valadez llegó a Madrid desde México, sin torear en España desde la Feria del Pilar de 2017, donde tomó la alternativa. Casi cinco años en los que toreó- poco- en su país, con apenas una incursión en la francesa Istres el pasado verano. Y Las Ventas se encontró con un torero que, en los tres tercios, desplegó un repertorio amplio a partir de la entrega, la firmeza y el valor. Lo redondeó, en el sexto, con la que hasta ahora es la estocada de la Feria. La oreja se pidió por aclamación y la sonrisa del torero en la vuelta al ruedo oreja en mano (allá penas la paliza del tremendo volteretón) era la del triunfo, no el numérico, que también, sino la de la primera recompensa a tanto esfuerzo.
Nacido en la tan taurina Aguascalientes, muy pronto se vino a España y en en el Centro taurino de la Fundación El Juli siguió su aprendizaje. Con él, desde esos inicios, el matador de toros catalán César Pérez. Hoy, en Las Ventas, el abrazo entre ambos era la alegría del triunfo y, ojalá, el inicio de lo que está por venir.
Y es que Valadez ha ido decantando sus impulsos juveniles en un toreo más reposado, pero sin perder un ápice de compromiso. Su toreo, queda dicho, es de amplio repertorio- tan habitual en el toreo azteca-, domina las suertes de capote, que interpreta con ajuste; en banderillas busca la pureza en la reunión y con la muleta, firmeza de plantas, embroque sincero y temple en las muñecas. Todo ello, claro, susceptible de esa mejora que los contratos y el tiempo seguro consolidarán. Y si, además, mata los toros como hizo en el sexto…
La temporada es larga y seguro que habrá hueco en ella para un torero que hoy en Las Ventas ha demostrado merecerlo.