Por la mañana, las gentes del campo, agricultores, ganaderos, también la caza y los toros, tomaron -pacíficamente- las calles de la capital para denunciar los atropellos de los gobernantes y poner frente al espejo a los urbanitas, sus verduritas cortaditas y envasadas y sus mascotas de pitiminí.
No pudo estar con ellos Victorino Martín, criador de reses bravas de bien ganada fama y presidente de la Fundación Toro de Lidia, que vela por la tauromaquia. No estaba Victorino en Madrid, estaba en Castellón, pues sus toros se lidiaban por la tarde en el primer festejo de la Feria de la Magdalena, una ciudad y una feria que tienen a las reses de la A coronada entre sus predilectas desde hace muchos años, no en balde han deparado tardes para el recuerdo, emociones, triunfos y, también, graves percances a los toreros.
Porque glorias y tragedias son lo que hacen grande el toreo. No fue el caso. Se anunciaban seis victorinos seis para un mano a mano entre dos toreros, Miguel Ángel Perera y Emilio de Justo, con todas las garantías para sacar provecho de ellos, si se daban las circunstancias propicias, esas en las que el toro es elemento esencial.
Pero resultó que los seis ejemplares que saltaron al ( impecable, pese a las circunstancias metereológicas) ruedo del coso del Paseo Ribalta, irreprochables en su presentación, dejaron mucho que desear en cuanto a sus fuerzas, claudicando repetidamente durante la lidia. Todo ello con el agravante de que los tercios de varas, salvo en el último que tomó un segundo picotazo, se redujeron a un único encuentro con el caballo, sin apreturas y midiendo el castigo, valga el eufemismo. Súmese a ello que, en consecuencia, tampoco hubo ocasión para un sólo quite en toda la tarde, algo que tratándose de un mano a mano y siendo ese el momento para confrontar la rivalidad entre los espadas Es decir, un fiasco.
Conste, sin embargo, que tanto Perera como De Justo, pusieron empeño y, por momentos, con firmeza y buen pulso, lograron muletazos y tandas estimables ( con la espada no tanto) en sus faenas, conduciendo embestidas que a veces eran humilladas, aunque, dicho queda, con las fuerzas de los toros cogidas con alfileres y no precisamente de colores.Pese a tantas objeciones, decir que, de haber atinado con el estoque, Emilio de Justo hubiera cortado una oreja en el cuarto, el que mantuvo mayor poderío y embistió por abajo y al que hilvanó buenas series, sobre todo por el pitón derecho. Como Miguel Ángel Perera en el que abría plaza, cuando aún la tarde alimentaba todas las ilusiones.
Ilusiones que seguirán durante la semana, a la espera de que se tome un respiro esa lluvia tan esperada y necesaria pero que, borrasca tras borrasca, la ha tomado con las ferias del Levante, esas Fallas y Magdalena ( el año pasado en versión reducida y fuera de fechas) que llevaban esperando dos años para el jolgorio, la música, los petardos, el fuego…y el toreo.