LA CRÓNICA DE EL PUERTO

Y, además, es imposible


sábado 7 agosto, 2021

Hoy volvió a reafirmarse que este rito se transmuta cuando la física no lo abarca, y en eso es José Antonio quien más investiga y encuentra. Y hoy era el día en el que a su ciencia le tocaba investigar a través de la apuesta con Prieto.

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Ya lo dijo el Guerra. Lo que no pué ser, no pué zer. Y, además, es imposible. Hoy, en la plaza donde Gallito reinó. En la arena en la que la soberbia torera de Morante eligió Prieto para enfrentarse al destino. Una soberbia que se define como el hecho de saberse superior, de sentirse superior, de medirse con el tipo que refleja el espejo.

Porque Morante es tan soberbio -y ni la chulería ni la desidia entran en ese concepto- que lo tildarían de pecado los que en el pecado creen. Los que, por el contrario, no ponen su fe en la esperanza del toreo se fueron de la plaza maldiciendo al apóstata por pecar tan soberbiamente. Por no haber saludado ni una sola ovación.

Hoy volvió a reafirmarse que este rito se transmuta cuando la física no lo abarca, y en eso es José Antonio quien más investiga y encuentra. Y hoy era el día en el que a su ciencia le tocaba investigar a través de la apuesta con Prieto. En ella encontró movilidad de inicio, la suficiente para soplarle las verónicas a la antigua que le robó al tercero y al cuarto nada más salir, pero buscó la vuelta amarilla para no ser gente, sino individuo. Individuo que dice la verónica cuando la siente, que se arranca con un saludo a la antigua y que se deshace del funo con mucha seguridad. Y quien pensase o tuviese en la cabeza lo contrario, por mucho Prieto de la Cal que el cigarrero tuviese delante, es que ni conoce a Morante ni sabía lo que venía a ver si a José Antonio le salía un toro así.  

Sentir -el verbo más buscado y a la vez más esquivo en el toreo- es su ser o no ser. Y hoy no fue. Hoy la apuesta no le salió al dios del culto pagano al que hoy el Guerra visitó con su imposible. Porque hubo que apagar las velas que le ponían a Morante desde que le vieron dibujar su primer lance al grandón abreplaza. Él es él. Lo hace o no. Y difícilmente es él cuando se va de su verdad. Logra, sin embargo, domeñarse en su soberbia porque ya no es un niño para desperdiciar toros, y eso le hace ahora y siempre medir hasta dónde es capaz. Sea a uno o sea a seis, como hoy y como la apuesta de la que ya es su temporada.

PINCHE AQUÍ para acceder a nuestra narración TORO A TORO de la encerrona de Morante.