INVIERNO TAURINO

La muerte del apoderado independiente


sábado 29 octubre, 2022

¿Quién va a intentar, como decía Morante, que crezcan los mecenas del arte si el apoderado independiente, hacedor de sueños, ha muerto?

Detalle
Detalle de una tarde de toros. © Muriel Haaz

Navega el toreo también hacia la era de la globalización. Y en un espectáculo en el que lo auténtico es lo que le hace sobrevivir, un concepto tan futurista puede cargarse parte el romanticismo que tiñe de verdad al propio mañana de la Fiesta. Porque en los pequeños detalles como la defensa en los despachos de un matador radica una parte crucial del sustento presente del espectáculo. Y ahí la figura del apoderado siempre ha sido pieza clave.

Una figura que ya no se entiende como era. Porque esa globalización y las nuevas metas que se marca el destino del mal llamado sistema se lo han tragado por completo. Hay empresas que han conseguido no llamemos asalariar, más sí asegurar con un buen conjunto, a buena parte de toreros jóvenes para que busquen el cobijo de una empresa grande sin saber que pueden llegar a entrar en el monopolio, máxime cuando ésta solamente se debería ocupar de blindar al público y, los toreros por su parte, buscar el refugio de éste.

Es, por tanto, la muerte de los apoderados independientes, de los hacedores de toreros, de los soñadores de grandeza, de una profesión que las grandes casas antes siempre respetaban. Matadores y banderilleros retirados a los que nunca apartaban de su vera, mas defendían los intereses de sus poderdantes hasta el último duro. Porque en ellos iba su vida. Y nunca mejor dicho.

Ahora los novilleros beben de sus fuentes, pero luego caen en el engaño antes de que el sistema los devore. Porque no tienen la paciencia, ni el cariño, ni la dedicación para aguantar la presión que supone ser libre junto a ellos. No necesitamos ni siquiera toreros buenos, sino auténticos titanes que puedan resistir el trato que se les pueda dar en momentos clave por parte de ciertas empresas. Ni más, ni menos. Valor para aguantar también fuera del ruedo.

El último caso es Manolo Campuzano, pero ha habido grandes profesionales en las últimas décadas: José Luis Segura, El Tato, Marcos Sánchez-Mejías, Juan Diego en la actualidad con Paco Ureña, el de un titán como Roberto Domínguez al lado de Andrés Roca Rey, el mismo Joselito junto a Alejandro Talavante -amén del recordado Joaquín Ramos-, Antonio Tejero y su singular batalla junto a David Mora o Alberto Lamelas…

O el caso más especial, el de un Julián Guerra vilipendiado por las redes -incluso él mismo potenció a seguidores de sus toreros en Twitter que luego le atacaron-. Pero ha demostrado -con diestros como Fortes, Abellán, con el que coronó su carrera en una encerrona en Madrid, López Simón, con el que también tocó la gloria venteña… y hasta en los juzgados, que le han dado la razón en dos ocasiones- que llevaba razón. Y también con Pepe Moral -llegando a ponerlo hasta cuatro tardes en Madrid y dobletes en Sevilla, Pamplona, Dax…- o Juan Leal -al que sacó de las corridas duras- ha demostrado sacar a toreros del ostracismo para que cruzasen lo eterno. En números y en rito.

¿Quién va a intentar, como decía Morante, que crezcan los mecenas del arte si el apoderado independiente, hacedor de sueños, ha muerto? ¿Por qué se arrincona nada más que por un interés de dominio absoluto de la Fiesta?