AL SUR DEL CIELO

Sobre la dura realidad de Juan Ortega: el puñetazo que le urge dar para no ponerse contra las cuerdas


jueves 29 diciembre, 2022

El reto que ahora afronta Juan Ortega lo hace de la mano de José María Garzón, quien debe plantar una temporada que ilusione tanto al toreo como a la afición en un año donde todo parece cuesta arriba tras la ruptura con Simón Casas

Juan Ortega
Juan Ortega la pasada temporada en Mont de Marsan. © Jokin Niño

Vivimos en la cultura del cambio y de la inmediatez. Hemos perdido la paciencia, ya no sabemos esperar. Damos por hecho que todo es para ya mismo. Requerimos la respuesta inmediatamente. Descartamos lo que tarda. No valoramos la importancia de la espera. Tenemos demasiadas posibilidades a nuestro alcance. Nada nos sorprende, porque no damos valor a casi nada, y eso también pasa en el toreo, porque en este mundo que parecía abstraerse de eso, se ha dejado llevar por una ola que no nos lleva a ningún lado.

Porque el toreo necesita de mesura, paciencia, al fin y al cabo de tiempo. Los toreros no pueden, ni deben ser tratados como los demás, porque el ser torero únicamente está al alcance de los elegidos. La tauromaquia ha cambiado de una forma abismal, entre otras cosas como la sociedad, esa que en los últimos años tomó un camino que acabó llevándose por delante también al toreo. Dicen que el fútbol dejó de jugarse en la calle para hacerlo en las academias, que perdió en alegría y belleza para ganar en control, y el toreo, salvando las distancias, se dejó llevar por la técnica y la perfección en el trazo para olvidar que ninguna obra es bella si no hay imperfecciones.

Dicha imperfección va unida a la belleza y en el toreo eso es algo que nunca se puede perder. Al igual que es importante que sigan prevaleciendo distintos tipos de embestidas y encastes, no podemos perder las distintas escuelas que han dotado al este noble arte de esa riqueza. La escuela castellana, la madrileña, la sevillana… todas de gran influencia durante lustros que dotaron al toreo de una amplitud tan necesaria como beneficiosa para ésta.

Juan Ortega es de los pocos diestros que son fieles a aquello que parecen, y eso no es otra cosa que ser torero. El sevillano cumple a la perfección aquello de ‘El torero, además de serlo, tiene que parecerlo’, por su forma de andar, de expresarse, de hablar… Un espada con una personalidad muy acusada, de esos que salen pocos hoy en día, su tipo de tauromaquia se semeja muchísimo a la línea belmontina -pese a sentir una tremenda admiración por Joselito el Gallo- al de esos toreros de la otra orilla del río Guadalquivir que le dieron una personalidad distinta a su concepto.

Esperar a un torero es de las cosas más bonitas que puede tener esta afición, porque si se espera por alguien, es que merece la pena verlo. Dicen que se ha perdido la paciencia, pero creo que la cosa es más preocupante, se ha perdido la afición. Y aquí es donde sale a relucir el nombre de Juan Ortega, un torero diferente, con un aire a arrabal trianero que huele desde que uno pisa la calle Castilla. Juan es de esos espadas que siempre han tenido el predicamento del aficionado, pero en tiempos donde este ha perdido fuerza en detrimento del público ocasional, Ortega pierde la carrera ante otros con mayor regularidad de triunfos.

Como escribía Patricia Navarro en La Razón, «Juan Ortega es un torero puro, transparente, con el oficio justo para querer hacer las cosas bien delante de los toros y los argumentos cogidos por pinzas para poder taparse cuando las cosas no las ve claras«. Aquela travesía por el desierto, tras un 2021 formidable le afectó, le costó cogerle el pulso a una temporada donde se le vio apatico, sin alma, hasta que llegó el punto de inflexión de Algeciras, tarde donde volvió a sonreír, dando por fin dio ese paso adelante que tan bien le vino a su temporada. Recobró el ánimo, ganó en confianza y eso le ayudó a remontar un vuelo que tuvo en las tardes de Manzanares, El Puerto, Ronda y Madrid, sus cotas artísticas más importantes del año.

No todos los toreros son iguales ni deben apostar por el mismo tipo de temporada, bien lo saben tanto Pepe Luis, José María como Juan, ellos conocen que el camino no va a ser fácil porque hay muchos esperando cobrarse deudas pendientes y afilando el cuchillo para cobrarse deudas del pasado, pero Ortega es un hombre tranquilo, paciente, sin gatos en la barriga que le lleven a tomar malas decisiones, si da el paso es porque lo siente. Quizás no sea una buena época para un torero como él, pero es la que le tocó vivir, y pese a que nunca prostituirá su concepto, si tiene que ser consciente que debe darle una vuelta de tuerca al mismo.

El invierno le debe servir para pensar, para seguir ahondando en su concepto y seguir siéndole fiel a aquello que le hizo ser lo que es hoy en día. Las comparaciones siempre van a estar ahí, pero el camino lo toma cada uno, con sus aciertos y sus errores. Ahora toca ver como gestiona todo esto su nuevo apoderado, un hombre honesto, cabal y trabajador como el que más, un profundo admirador de Juan como torero que peleará por darle una buena colocación tanto en Sevilla como en Madrid, dos plazas en las que no debe faltar.

Porque Sevilla ha mamado a muchos toreros durante toda su historia, unos con mayor recorrido que otros, pero siempre bien tratados en su plaza. Una plaza que siempre los esperó por muy complicadas que se pusieran las cosas. Aquí no había normas que rigiesen la salida a hombros por la Puerta del Príncipe, era ella, la del dorado albero la que decidía. Porque el toreo es arrebato, pasión, quejío, no hay que darle más vueltas. Romero y los seis de Urquijo, Manzanares y aquel toro de Garzón, Aguado y ‘Cafetero’, Espartaco y ‘Facultades’, Rafael Torres, Morante o Pepe Luis, pasando por los Campuzano Pepín Martín Vázquez. Todos ellos y muchos que dejamos atrás tuvieron una particularidad; les dejaron ser ellos mismos sin prevalecer sucios teje manejes empresariales que pusieran palos en la rueda.

Como decía Pepe Luis Vázquez Silva: «El toreo es cabeza y muñecas… y también alma«, y eso es algo que lleva innato Juan, un torero que cumplió el sueño de verse anunciado en Sevilla por Resurrección, porque como dijo una vez un gran aficionado y mejor amigo – de esos que sabe ponerle el corazón a cada muletazo-: «Cuando no había Twitter no se cuestionaban tantos porqués con el cartel del Domingo de Resurrección en Sevilla. Ese con Romero, Paula y Espartaco, por ejemplo, era perfecto y a nadie le importaban las orejas del año anterior de los actuantes. Ese día es un capricho de Sevilla y los caprichos no tienen lógica».

Y aunque su nombre debe seguir en las Ferias, Juan Ortega tiene la obligada necesidad de dar un puñetazo de importancia en éstas para que la fe en su concepto de su seguidor y del aficionado no decaiga. Y para no ponerse contra las cuerdas.