La pasada semana, Juan Ortega acudió a las tertulias que programa la Asociación El Toro de Madrid. En una distendida charla, se repasó la carrera del torero sevillano, así como su concepto y lo que se espera de él en este 2022 y en un futuro a corto y medio plazo. Todo fue por la vía de la cordialidad y del respeto, como no podía ser de otra forma. Se vio cómodo a Juan Ortega en todo momento, quien no esquivó ninguna pregunta por parte de los intervinientes.
Y llegó un momento de la tertulia en el que un aficionado le preguntó sobre algo que se vivió en la previa de su corrida en Linares en agosto del 2020, una anécdota que está cargada de simbología y que hace replantearnos muchas cosas. Esto contesto Ortega sobre sobre ese momento tan especial vivido junto a Manolete:
«Lo de Linares fue una de esas cosas que pasan en la vida y que alguna vez que otra se ven en el toreo. Yo estaba muy ligado a Córdoba, porque entre otras cosas estudié la carrera de agrónomo allí, pues bien, allí pude conocer en profundidad la figura de Manolete. Me enseñaron lo que ese torero fue, así como a valorarlo. Entonces pues recuerdo que aquella tarde de aquella temporada; en la que prácticamente no había toros, surgió lo de Linares, una tarde que se iba a dar por televisión, y en la que no había prácticamente ningún festejo programado», comentó Ortega.
«Pues bien, yo iba de viaje con Pepe Luis Vargas, salimos con tiempo de Sevilla y nos nos pasamos por el cementerio de la Salud a rezar y a dejarle unas flores a Manolete. Pues bien, ahí estábamos cada uno a nuestras cosas y nos fuimos. Y recuerdo que cuando nos montamos en el coche me dice el Maestro: «Pues mira estate tranquilo porque hoy las cosas van a salir muy bien. Yo he sentido que hoy el Maestro nos va a echar una manita». Ahí se quedó, tampoco se si lo dijo por animarme o es que de verdad lo había sentido» comentó entre risas el torero sevillano.
«Pero bueno, lo cierto y verdad que fuimos a Linares, hice el paseíllo, y salió ‘Nardito’ un toro que desde el inicio todo lo hizo muy desordenado hasta que llegó a la muleta. Y aquí viene lo que os contaba antes. Sonó el pasodoble de Manolete y todo fluyó de una forma especial. Total que maté al toro, corté las orejas y recuerdo que cuando llego al callejón estaba el Maestro emocionado, me pegó un abrazo y me dijo: «Te lo dije que me lo había dicho», entonces pues fue algo que se lleva una para siempre».