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La polémica imagen de un joven ‘acariciando’ un toro en Beas de Segura


lunes 2 mayo, 2022

Ese tipo de gestos son los que buscan los enemigos de la Fiesta para vender su falsa idea de que la bravura del toro es artificial.

Toro Beas
El joven acaricia al toro en Beas de Segura. © Instagram

Ya es viral la imagen de un joven (y no sólo uno) que se acercan a acariciar un agotado toro en Beas de Segura (Jaén), donde después de dos años se celebraba la festividad de “San Marcos” con los tradicionales “toros ensogaos” y no pocos comentarios alimentan la polémica.

Son, precisamente, ese tipo de gestos los que buscan los enemigos de la fiesta para vender su falsa idea de que la bravura del toro es artificial, de que es un comportamiento adquirido por un supuesto condicionamiento o “maltrato”, más allá de que quieran confundir, incluso, con un animal diferente a un toro de lidia, como ya lo hizo en su momento la escritora y activista antitaurina Lucía Etxabarría.

Ya es denigrante que estas cosas pasen en la plaza, cuando un profesional de luces se excede en alharacas y llega a faltar al respeto a un toro o, incluso, a una vaca en un tentadero, pero sin duda, que pase en las calles, en esos festejos populares en los que se hace gala de la imponente presencia de toros que ya no son destinados a la plaza porque, usualmente, se salen de tipo, es pegarnos un tiro en el pie.

La tauromaquia se sustenta como espectáculo, desde siempre, en la dificultad que supone ponerse delante de un toro, vencer los miedos, atreverse a jugarse la vida frente a un animal indómito, que es símbolo de fuerza y se aleja de todo aquello que la mano del hombre puede malear a su gusto, más que con la gracia y el temple de un capote y una muleta en un enfrentamiento cara a cara. Por eso los toreros son héroes, porque hay pocos seres humanos que puedan hacer algo así. Pero si anulamos la más auténtica expresión del toro bravo, si permitimos que todo aquello que simboliza desaparezca, el toreo habrá perdido su esencia y no tendrá sentido.

Ha pasado mucho tiempo desde que Juan Belmonte agarró por la mazorca el pitón de un toro de Miura en medio de la faena, sumiendo al viejo ganadero en un sentimiento de enfado y tristeza profunda cuando se enteró de aquello. Hoy corren otros tiempos, pero el valor del gesto es el mismo ahora, con la diferencia de que, entonces, aquello sólo lo vieron quienes estuvieron en la plaza, mientras que ahora puede verlo todo el mundo, trayendo consigo un desprestigio abrumador por la amplia repercusión que se consigue.

Es cierto que el joven que acaricia al toro es su dueño y lo ha criado a biberón, como él mismo explicó en las redes, pero eso también se convierte en problema cuando, como también se puede ver, su gesto invita a un extraño a hacer lo mismo, con el peligro que eso conlleva, probablemente, para hacer un alarde de aquello entre sus amigos, pero no se da cuenta que, con ello, él no se hace más grande, ni más valiente, ni más popular, mientras que el toro y la tauromaquia se hace más frágil.