EL EXILIO INTERIOR

¡Viva Morante!


jueves 2 junio, 2022

Escribo "lo de Morante" porque si escribo "la faena de Morante" me quedo corto. 

Morante
Morante, en la Beneficencia. © Luis Sánchez Olmedo

En tarde de ¡vivas! que, desgraciadamente y como otras tantas cosas, parece que «han llegado para quedarse» faltó uno, el que más sentido tenía: ¡Viva Morante!

De lo ocurrido en la Beneficencia ya tiene el lector cumplida referencia vista, escrita y hablada, pero pasadas las horas y ya de regreso – otra vez, la última este San Isidro- a la ciudad sin toros y mientras por la ventanilla se me aparecen, a velocidad de AVE, » las tierras, las tierras, las tierras de España» que escribiera Alberti y sigue cantando Paco Ibáñez, a mi cabeza, vía el corazón, siguen llegando imágenes, sensaciones, emociones, de lo de Morante ayer en Las Ventas.

Escribo «lo de Morante» porque si escribo «la faena de Morante» me quedo corto. 

Y es que lo de Morante es otra cosa. 

Existe el riesgo cierto y comprobado de que uno, al valorarlo y/o explicarlo, se ponga cursi, algo así como querer estar a la altura artística- salvando todas las distancias, claro, que una cosa es el teclado y otra el toro- de lo que nos regaló, sí, regaló porque cosas así son impagables, el torero de La Puebla, ese ser único que parece escapado del arcano de la Historia (vaya, me he puesto cursi, mecachis).

Ver torear a Morante es uno de esos privilegios de la vida de los que, en este caso,  solo gozamos quienes, desde distintas percepciones, nos reconocemos en el arte del toreo, en la tauromaquia y su propuesta ética y estética. Ver torear a Morante como ayer  -y tantas otras tantas veces -por la tarde en Las Ventas, es desquitarse de tantos sinsabores del día a dia y allá penas.

Por eso y más y por lo bajini – el vecino de asiento está viendo en su tablet una de esas series perfectamente desechables- grito desde lo más hondo de mi biografía de aficionado taurino: 

¡Viva Morante!