Cuando José Tomás conoció al tipo que tocaba la flauta y la mandolina en el grupo Lisboa Central Café acababa de comenzar el nuevo siglo. Llevaba ya tiempo fuera de los carteles, dejándose poblar la espesa barba y nutriendo su espíritu inquieto para terminar de forjar su filosofía de vida. Pero cuando decidió volver, el flautista fue quien llevó la melodía en aquella contratación de Matilla que llevaba al de Galapagar a Barcelona cinco años después. Casi dos décadas llevaba ya Salvador Boix como músico profesional entonces y aún sigue participando en algún que otro bolo con su banda. Claro que, desde que se convirtió en la firma imprescindible en los contratos de José Tomás no le ha faltado el tabaco.
Fueron muchas horas de conversaciones, de compartir puntos de vista, de exponer ideas y refutar las ajenas, pero sobre todo de mirarse a los ojos y saberse poseedores de la confianza del otro. Es así como se forja una relación que sólo se frustró entre 2013 y 2016, con apenas un par de corridas de toros diseminadas por esos almanaques. Hoy en día, JT no anuncia su eterno retorno sin la participación de Salvador. El flautista. El cronista.
Porque cuando Boix ejercía de comentarista taurino en 6 Toros 6, en Mundotoro, en La Vanguardia o en aquellos programas que tuvo el acierto de dirigir bajo el título Bravos, nadie podía imaginar que se convertiría, alguna década más tarde, en el personaje más buscado por los que dicen que mandan en esto del toro. Aquellos le llamaban entonces ‘El Flautista’, con claro afán despectivo por ser un advenedizo a los despachos del toro. Hoy, sin embargo, no han conseguido minar su determinación, y tampoco perderle el respeto. Porque eso es algo que uno se va ganando poco a poco.
Desde aquellas fechas, mediada la década de los 90 del pasado siglo, en que don Pedro Balañá le pidió que fuese a buscar al aeropuerto al sobrino de Victorino –que ya se había convertido en ídolo de masas- para darle un paseo por Barcelona, se fue fraguando la amistad entre ellos por las faldas de Montserrat. Y tan grande llegó a ser el vínculo que cuando Matilla tuvo que firmar el contrato de la reaparición fue la firma de Salvador la que aparecía junto a la suya.
Pero fueron los días angustiosos tras el zarpazo del toro Navegante en Aguascalientes cuando torero y apoderado fortalecieron sus lazos a fuerza de invitar a la muerte a participar en sus conversaciones. Ese paseo por el borde del abismo une mucho. O debe de unir, porque solo uno de ellos recorrió el sendero.
Salvador Boix tiene dos libros, además de todo esto: «Toros sí, una defensa razonada», y otro más anterior, de los años 90, de principios de década, «Por los adentros», escrito junto con su hermano, Jaume Boix. Fue él, además, quien tuvo que pronunciar el discurso en defensa de la Tauromaquia en aquella encerrona perpetrada en el Parlamento catalán para seguir aboliendo todo aquello que huela a España. Pero eso es otra historia que tendrá su hueco en otra columna. A su debido momento…