AL SUR DEL CIELO

El destierro de Manuel Escribano: ¿Por qué ha acabado desahuciado de las principales Ferias (salvo Sevilla)?


jueves 23 febrero, 2023

El sevillano tendrá su primera cita de envergadura en Sevilla, una plaza donde siempre consiguió sacar la cabeza cuando pintaban bastos.

Manuel Escribano
Manuel Escribano, en Las Ventas. © Plaza 1

Con el comienzo de la temporada muchos eran los aficionados que esperaban ver acartelado en sus plazas a Manuel Escribano. El torero de Gerena se había ganado durante todos estos años un lugar en esas ferias de primer orden que daban el pistoletazo de salida a la temporada. Manuel es un torero al que le ha tocado muchas veces bailar con la más fea -sin que se me enfaden los más puristas-, un torero que pese a sus incontestables capacidades y triunfos en el ruedo se ha tenido que ganar año a año su inclusión en las ferias.

Parece que no valen de nada los hitos de este torero en plazas como Sevilla; varios toros desorejados y un indulto, sus serias actuaciones en cosos como Madrid, Bilbao, Pamplona o en la vecina y querida Francia. Manuel es de esos toreros que ha tenido siempre muy poco crédito, un matador de toros que todo lo que tiene se lo ha ganado con su espada y su muleta. El sevillano es un diestro sincero, transparente, con un concepto basado en la entrega, pero también en el temple. Aún se recuerda en Sevilla aquella faena a ‘Paquecreas’ de Victorino.

Tiene la virtud de entender a los toros, de plantarles cara, ya sea con el cuchillo entre los dientes para presentar batalla o con el pincel -no precisamente de brocha gorda- para dibujar muletazos al ralentí. Manuel ha vivido grandes sin sabores, pero también ha conseguido hitos que únicamente están al alcance de los elegidos. Por eso extraña la falta de memoria y sensibilidad de muchos empresarios que hacen sus ferias con escuadra y cartabón.

El de Gerena es un torero orgulloso del camino que tomó hace tiempo, la independencia para él es fundamental para expresarse como torero, es un verso suelto, un alma libre que -conceptos aparte- recuerda a esos toreros de finales de los 90 y principios de los 2000 que siempre tuvieron que empezar de 0 pese a los triunfos de antaño. Manuel tiene ahí el ejemplo de diestros como Pepín Liria o Raúl Gracia ‘El Tato’, dos espadas que sin ser de Sevilla acabaron conquistando el corazón de sus aficionados.

El sevillano es de los toreros a los que el banquillo más que pudrirle le ha curtido, un diestro que siempre ha sacado la cabeza cuando parecía que se la querían cortar. Así vino la tarde de Datilero o Cobradiezmos, parecía que el saldo ganado con los años se acababa, algo injusto para un torero que tiene el don del temple, y eso es algo, amigos de Cultoro, que escasea hoy en día en un escalafón con demasiada frialdad.

Manuel Escribano
Detalle del inicio de una tarde de toros con Manuel Escribano liándose el capote. © Plaza 1

Un sistema que muchas veces coarta la libertad de los toreros, llegando incluso a cortarle las alas a estos cuando quieren echar a volar por sí solos. Un sistema que muchas veces es injusto con ciertos toreros a los que maniata cuando estos se rebelan contra el sistema establecido, dándoles cancha a otros más sumisos a los que se puede manejar como mercancía barata. Y esto no es un caso único del de Gerena, la lista es amplia. Tampoco es una crítica a esos toreros que andan funcionando, sino hacia ese sistema tantas veces nombrado que en demasiadas ocasiones los utiliza según mejor les convenga.

Hace años que algunos empresarios dejaron de tener afición, ahora priman los números más que otra cosa. Atrás también quedaron los apoderados independientes, esos que ahora necesitan de las casas fuertes para sobrevivir. El empresario-apoderado se ha asentado en un mundo donde ese hombre independiente tiene poca cabida debido al control que ejercen ciertos taurinos sobre el organigrama taurino.

El sector dentro de sus virtudes tiene grandes defectos que los propios taurinos o no ven, o no quieren ver. Hoy en día hay toreros que aún con el triunfo en la mano no consiguen volver al año siguiente, y si finalmente lo ponen es de prestao o con la boca pequeña, cuando ese torero -menos mediático- que consigue triunfar debería tener su sitio garantizado y no encontrarse con tantas piedras en el camino para ser puesto en una Feria.

Manuel Escribano
Manuel Escribano. © M. E.

El inicio de temporada no es el que tenían pensado José Luis Moreno y Manuel Escribano, pero por lo menos está Sevilla, su plaza. El de Gerena tiene la virtud de resurgir de sus cenizas como el Ave Fénix cuando muchos le dan por muerto. Sin Valencia, Arlés o Madrid, parece que su única bala es La Maestranza con las corridas de Victorino Martín y Miura, dos hierros que forman parte de la historia de esta plaza y de la carrera de este torero.

Manuel ha vivido situaciones peores que ésta, si no que le preguntan por aquellos años dónde tenía a Antequera como único clavo al que agarrarse en España, a su amada Venezuela para no perderle el pulso a las embestidas de los animales y el campo como refugio para su preparación pese a andar tieso como la mojama. Ahora está preparado, agazapado, esperando su oportunidad, esa que llegará bien entrado el mes de abril y con el 1 de mayo como broche.

El sevillano lucha por salir de ese destierro al que le han llevado ciertos mandamases del toreo, cuando aquí lo único que vale es aquello que se hace delante del toro, ¡por si fuera poco! Su desahucio de las grandes ferias no está justificado y tiene fecha de caducidad. Escribano es consciente que tiene cuatro cartuchos en Sevilla para salir de ese injusto destierro al que llevaron sin merecerlo. Ahora, como dijo en su tiempo Aníbal Barca (247-183 a.C.), general y estadista cartaginés admirado incluso por sus enemigos: «Aut viam inveniam aut faciam» es decir «Encuentra el camino o crea uno propio«.