Hay ganaderías que solamente con mencionar su nombre ponen los pelos de punta, hierros legendarios del campo bravo que siguen con la ilusión intacta pese a que han salido de las Ferias en detrimento de otras vacadas. Palha, Partido de Resina, Prieto de la Cal o Barcial son algunos de esos hierros que todo aficionado conoce, divisas que siguen afinando la puesta a punto de sus animales para aprovechar las oportunidades cuando estas se pongan sobre la mesa.
Estas ganaderías tienen un tipo de toro muy definido, un animal fuera de los estándares preestablecidos por un sector que los ha ido orillando con el paso del tiempo. Su morfología en muchos casos no es problema para ir a determinadas plazas; sí lo es el tipo de toro que sale por chiqueros, un astado con una embestida más agresiva y menos acoplada a las exigencias que se tienen hoy en día.
Perder este tipo de encastes va en detrimento de la riqueza genética del campo bravo. Como ha repetido tantas veces el conocido ganadero sevillano Carlos Núñez, la estandarización del toro nunca es buena, la apertura de caracteres es muy importante, los diferentes tipos de embestidas son básicos para darle grandeza a un espectáculo muchas veces previsible y monótono.
Barcial, el exponente máximo del encaste Vega-Villar
La ganadería salmantina de Barcial es, junto a Sánchez-Cobaleda y Francisco Galache, el exponente máximo del encaste Vega-Villar. Esta rama genealógica del ganado de lidia es parte fundamental del pasado y el presente del toro bravo. Esta ganadería pasta en las fincas La Matilla (Beleña) y La Torre (San Pedro de Rozados), ambas en la provincia de Salamanca. En su pelaje suelen predominar los berrendos, luceros, calceteros, coleteros… Por este motivo, los toros de este encaste son popularmente denominados como «los patas blancas».
El origen de dicha ganadería se remonta a 1910, cuando don José Vega comienza a formarla con vacas de Veragua y sementales de Santa Coloma. Más tarde, en 1914, pasó a los hermanos Villar. En 1928, D. Arturo Sánchez Cobaleda compró a Francisco Villar su ganadería, de procedencia Vega-Villar, y trasladó sus fincas a Salamanca: de Terrubias, Castillejo y Barcial. Tras la muerte de D. Arturo Sánchez Cobaleda en 1942, repartió sus fincas y respectivos lotes entre sus cinco hijos: Pilar, María, Manuel, Ignacio y Jesús.
Las porciones de tierra, con sus respectivos hierros de estos últimos, son manejadas por Jesús hasta su fallecimiento en el año 1960. A partir de entonces, se divide de nuevo la ganadería entre sus herederos, una de cuyas partes fue a parar al actual propietario de Barcial, Arturo Cobaleda González. Aunque se encargan de ella la familia Cobaleda. Un hierro cargado de historia y romanticismo que sus actuales ganaderos siguen cuidando con mimo.
¿Qué pensará el coloraíto lucero de #Barcial?
Este 76 será uno de los próximos coloraos que se lidien en unos años de la ganadería desde los años 80. Hubo vacas hasta finales de los 90, aunque en 1983 se lidiaron dos o tres en una novillada en Madrid.
Fotografía @photoaficion pic.twitter.com/pn03YTCTxo
— Castavieja 🇪🇸 ⚫️ (@castavieja) April 12, 2023
Por todo ello nos fuimos hasta tierras salmantinas para disfrutar de este bello animal, una ganadería con una carga genética importantísima, la cual hoy en día está recuperando ese tipo de toro de antaño. Como bien nos indica Castavieja e Twitter vuelve a recuperarse un pelaje típico en esta vacada: «Este 76 será uno de los próximos coloraos que se lidien en unos años de la ganadería desde los años 80. Hubo vacas hasta finales de los 90, aunque en 1983 se lidiaron dos o tres en una novillada en Madrid«.
Castavieja, gran conocedor de la vacada, dio algunas pistas sobre el padre de este 76 de pelo berrendo en colorado: «Hay un semental colorao patasblancas padreando. Es una familia muy buena. Se estaba buscando sacar un becerro como semental, hubo suerte y salió ese padre colorao». Una historia más del campo bravo que vuelve a poner en el foco a una de las ganaderías más especiales del campo charro.
FOTOGALERÍA: PABLO RAMOS