Madrid acogía, este 20 de mayo, la primera corrida de rejones del abono, décima de la Feria, con un cartel de máximo relumbrón: Diego Ventura, Leonardo Hernández y Duarte Fernandes, que confirmaba alternativa, haciendo el paseíllo con un encierro de Capea.
Buena imagen de Duarte Fernandes a pesar de sus fallos con el acero
Perfectamente vestido de campero, que no a la federica como estilan los portugueses, Duarte Fernandes confirmó la alternativa de manos de Diego Ventura sobre «Herón», un precioso lusitano con el que dejó un primer (y único) rejón de castigo, que pareció despertar y fijar la suelta y sosa embestida del de Los Espartales, que sólo mostró algo de brío cuando sintió el fierrazo en sus carnes, para después buscar las tablas descaradamente. Sin embargo, el jinete portugués supo centrarse en una lidia comprometida con «H. Quiebro», un tordo con el que se metió en los terrenos de un toro parado y manso para sacarlo a los medios, atacar de frente y quebrar en la cara del toro. Más ceñidos el segundo y tercer palo, para luego adornar sus salidas con elegantes piruetas, en las que el jaco brilló por su elasticidad. La pena fue que, al cuarto quiebro, abrió demasiado al toro y el arpón cayó bajo. Gustó la sobriedad de Duarte, que no pudo redondear su labor porque, cuando buscaba un rejón definitivo para el tercer intento, el toro acusó los dos pinchazos anteriores y se desplomó.
Dos orejas para un Ventura instalado en la excelencia, con un gran toro de Capea
Dormido salió el segundo, rematado y bien hecho, pero tardó poco en encontrar a Diego Ventura sobre «Joselito» y sacar su celo y calidad a flote, arrancándose con un fijo y poderoso galope que Ventura supo parar con tanto ajuste y serenidad que levantó más de un «Ay» de los tendidos, antes de dejar un rejón en todo lo alto. Y subió el listón sobre «Fabuloso», cosiendo los pitones del buen toro a la grupa y tirando de él en suaves y templados galope de costado a dos pistas, a los que sumó unas hermosinas rematadas con esos «trincherazos» por los adentros, sin apenas espacio para el caballo. Soberbio. Y el toro, fijo y entregado, embistió siempre con franqueza y un fondo maravilloso. Las banderillas, dando el pecho tuvieron tanta verdad como espectacularidad. Y con «Bronce» rizó aún más el rizo. Se ajustó aún más, redujo todos los espacios hasta lo imposible y dejó una banderilla de mucha exposición sin cabezada, pero con falsa rienda, que levantó los ánimos del tendido al máximo. La plaza era suya. Y, como el rejón fue efectivo, las dos orejas fueron a sus manos con total justicia.
Leonardo pincha una faena de muy buen nivel al tercero
Poco espacio necesitó Leonardo para parar al tercero, otro toro bien hecho que rápidamente se fijó en el jinete extremeño, que con capacidad pasmosa dibujó pequeños círculos en la arena hasta dejar al toro listo para un primer rejón certero. El toro de buen tranco, aunque no muy largo recorrido, también tuvo franqueza en su embestida. La misma que aprovechó Leonardo con «Enamorado», un finísimo lusitano de una elasticidad tremenda, con el que estiró los viajes del toro y quebró, algunas veces en exceso, las embestidas de «Coralo». Lo mejor de su faena llegó a lomos de «Sol», más por la excelente ejecución de un par a dos manos de tercio a tercio, que por la colocación del mismo, que cayó lamentablemente abierto. Lo cierto es que, hasta este punto de la faena, todo estaba bien hecho, a favor del toro y con una equitación deliciosa, pero faltaba un punto de transmisión para que todo subiera con más fuerza al tendido. Los pinchazos terminaron de enfriarlo todo.
La última gran obra de Nazarí: Ventura pasea otra oreja con fuerte petición de la segunda en el cuarto
Con la décimo octava puerta grande en el bolsillo (que se dice pronto) Ventura se fue a la puerta de chiqueros, garrocha en mano, para tirar de la salida del cuarto, un toro de preciosa estampa y apretadas carnes, que se siguió la estela de «Generoso» con templado poder y ritmo. Por si hiciera falta asegurarse algo, sacó a una de sus más rutilantes estrellas: «Nazarí», que rápidamente enganchó sus ya clásicos galopes de costado, tan plástico, tan ceñido, rematado con una banderilla en todo lo alto y provocando el cante de una aficionada desde el tendido, Ventura agradeció el gesto con una banderilla de tercio a tercio, entrando con un tierra tierra y una levada antes de batir en la cara del toro y clavar el palo justo en otro que ya tenía el toro. Cosas de la puntería, pero lo de «Nazarí» fue una auténtica demostración. ¡Qué caballo! Después añadiría la pirotecnia de «Nómada», pues sus explosivas piruetas con los pitones rozando su piel emocionaron al gentío. Y los hierros, arriba y reunidos, mientas el toro, centrado siempre en la buena lidia de Ventura, acudió a cada envite con intensidad sincera. Otro buen toro de Capea. Cerró Diego con «As de Oro» una faena más compacta, más redonda, con un caracoleo perfecto para las cortas y un soberbio rejonazo de muerte. Pero ocurrió lo impensable. Que el único que no estuvo de acuerdo con todo lo bueno que se realizó en la arena fue el presidente que sólo sacó un pañuelo, con la consecuente bronca del público. La vuelta al ruedo de Ventura con el gran «Nazarí» fue el mejor homenaje para este maravilloso caballo que tanto le ha dado a Diego y que a sus 20 años el jinete ha decidido retirar en este ruedo.
Leonardo se deja el premio a una gran lidia en una banderilla en el quinto
Repitió el quinto el manso comportamiento del primero y buscó tanto las tablas hasta intentar saltar al callejón en una oportunidad. Quiso fijarlo Leonardo con «Giraldillo», pero lo consiguió con el potente «Calimocho» en las banderillas, llevando al toro al hilo de las tablas y tocando mucho con la voz, hasta centrarlo definitivamente para lucirse en las batidas, de poder a poder, resueltas siempre con pureza, clavando al estribo y saliendo limpio. El toro ya parecía otro gracias a la excelente lidia que Leonardo supo darle. Más fijo ahora, con algunas cortas arrancadas de buen tranco, mientras el exquisito jinete extremeño hacia todo a su favor. Las cortas al violín con «Enamorado» subieron la temperatura a tal punto que, con el toro ya entregando sus últimas embestidas, buscó asegurar el triunfo con el rejón de muerte sobre «Despacito», pero una banderilla impidió que el acero entrará en al primer golpe. Y el segundo intento necesitó varios golpes de descabello para ser efectivo. Una pena que una faena tan comprometida se haya quedado sin premio.
Duarte emborrona con el rejón de muerte sus buenas sensaciones en Madrid
La imponente presencia del sexto, largo y hondo, con sus casi 600 kilos, dotó de seriedad todo lo que hizo Duarte Fernandes con él, pues además no regaló nada, siendo bueno, ya que exigió que todo se hiciera bien. Por eso, en el único despiste del cavaleiro, después de dejar el rejón de castigo, cuando no midió una de las vueltas para pararlo, el toro alcanzó la pata trasera izquierda de «Bala» con un derrote seco que pareció lesionar al tordo. Ya con «Artista» midió mejor cada cambio, cada batida, y enganchó las poderosas arremetidas en las salidas de las suertes con temple y sentido de la lidia, jugando bien los terrenos. Más espectaculares fueron los quiebros a lomos de «Engaño», sin embargo, entre palo y palo se desentendió un poco de la lidia y su labor resultó intermitente. También con las rosas y los pinchazos sobre «Iceberg», de los que salió con un corte en su mano derecha.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas. Décima de la Feria de San Isidro. Corrida de rejones. Lleno.
Toros de Capea, manso y parado el serio primero; de excelente presentación y juego, por fijo, pronto, franco y encastado; fijo, noble y bueno, aunque a menos el bien hecho tercero; serio y bueno también fue el cuarto, de galope pronto y rítmico; manso pero agradecido el feo quinto; tan serio de presencia como de juego resultó el exigente sexto.
Diego Ventura, dos orejas y oreja.
Leonardo Hernández, ovación y silencio tras aviso
Duarte Fernandes, que confirmaba alternativa, ovación y palmas tras dos avisos camino a la enfermería.
FOTOGALERÍA: EMILIO MÉNDEZ