El pasado domingo se vivió en la plaza de toros de Dax uno de los momentos más comentados de la temporada taurina, no por lo sucedido en el ruedo, sino por un gesto de Morante de la Puebla que creó división de opiniones entre los aficionados. Unos lo tachan de falta de respeto, mientras que otros lo ven como un gesto de ‘guasa’ sin mayor trascendencia. Pero, ¿qué pasó realmente? ¿a quién iba dirigido ese gesto? ¿por qué lo hizo?
Llegaba el sevillano a una de las plazas más importante de la Francia taurina, venía precedido de una serie de festejos en los que había dejado su sello ante toros de distinta condición. El oeste francés se caracteriza por su entrega, pero también por su exigencia, algo que le hicieron ver tras despachar rápidamente al primero de La Venta del Puerto, toro con el que se atascó en la suerte suprema. La afición francesa afeó su actuación con pitos.
Con el cuarto dio un paso adelante, su amor propio no le dejaba pasar la tarde de puntillas. Arrebatado fue el recibo del sevillano al cuarto de la tarde, llevando el toro al caballo con detalles de toreo antiguo. Dejó tandas en redondo con su personal concepto ante un animal que se arrancaba de lejos. Morante de la Puebla aprovechó su tranco alegre para buscar el toreo por ambos lados. Algunos naturales fueron una delicia. El epílogo fue por la diestra, arrebatado de nuevo, dejando una estocada hasta las cintas de la que tardó en caer el toro.
Ahora sí se entregó la afición francesa al toreo del sevillano con un toro nada fácil, pero en esta ocasión el palco no vio conveniente sacar el pañuelo y premiar su esfuerzo y entrega con una oreja. Le invitaron a dar la vuelta al ruedo, declinándola el torero, saliendo a saludar desde el tercio, pero ahí vino el gesto de Morante que tanta polvareda ha levantado, echándose la mano a la oreja, algo que molestó a parte de los que colmaban los tendidos.
El enfado por parte del respetable pudo venir cuando, tras la estocada, un sector de los aficionados le pidiera que usara el descabello, algo que Morante no tomó en consideración, alejando a su cuadrilla del toro, quedándose únicamente él junto al animal. Tras caer este tras pasar un par de minutos, la afición empezó a asomar los pañuelos, insuficientes para la presidencia.
Morante pareció no entender bien esa forma de proceder por parte de un sector de la afición, de ahí ese gesto cuando salió al tercio a saludar. Unos lo ven como cosas de un genio, otros como un feo gesto hacia el aficionado, otros sin embargo entendieron que el gesto podía ir hacia la presidencia; fuera de ello, son gestos que pueden llevar a la malinterpretación y levantar ríos de tinta, ¿era realmente necesario?, la respuesta únicamente la tiene Morante.