Hablar de recuperar festejos en tiempos convulsos es no solamente un reto, sino un atrevimiento para aquel que no sueña. El toreo acaba un año en el que la inflación ha pegado más que nunca a un sector que no ha sabido adaptarse a ésta -en vez de ponerse de parte del aficionado, muchas empresas le han subido el precio y han asfixiado aún más su situación, haciendo que tuviesen que elegir en muchas capitales de provincia sobre cuál corrida podrían o no podrían acudir al abono dentro de todas las que querían-.
No ha sido el caso de un hombre que ha seguido luchando por el sueño que siempre guio su sino: el de dar fiesta a los pueblos a través del toreo a caballo. Julián Alonso ha seguido manteniendo el pulmón de este espectáculo vivo, haciéndolo popular con precios para todos y llenando la escena -y el escenario, porque ha llenado sus plazas- con carteles con sentido.
Navas de San Juan (Jaén), Cox (Alicante, localidad que llevaba sin toros quince años), La Palma (Cartagena, Murcia), Almagro (Ciudad Real), Aracena (Huelva)… y así múltiples localidades en las que ha intentado, el que fuese 18 años cabeza visible de la gestión de la carrera de Diego Ventura y de otras máximas figuras del rejoneo, que siguiese muy viva la llama del toreo a caballo en estos lugares. Y combinando a todo tipo de figuras en sus carteles: tanto a máximas figuras históricas como el gran Pablo y el asentamiento de su hijo Guillermo entre los grandes, pasando por Lea Vicens, Andy Cartagena, Moura… y el renuevo del rejoneo portugués.
El pulmón del toreo a caballo, que es vida también de la Fiesta.