El pasado domingo fue uno de los días más especiales en la carrera José Antonio Carretero, un hombre que ha sabido mantenerse en todo lo alto desde aquella puesta de largo en la plaza de toros de Las Ventas el 2 de mayo de 1996. Un hombre de plata que supo entender como nadie al toro bravo y que el pasado mes de septiembre se cortó la coleta en Sevilla.
Alcázar de San Juan fue testigo de la última tarde de Carretero gracias a Óscar Castellanos: el manchego pudo despedirse como el soñaba de una profesión que le ha dado todo en la vida. Tanto sus compañeros como los ganaderos presentes pudieron todo de su parte para que esta etapa tuviera un final feliz.
Pero no todo fue el torear y triunfar, también hubo su carga emotiva. Dice el refranero español que es de bien nacido ser agradecido y vaya que si lo es José Antonio. Como todo buen torero no se le escaparon los detalles que dan grandeza a esta profesión. En el callejón estaban tres doctores, tres hombres que han conseguido dignificar su profesión.
Por ello Carretero quiso brindarles la muerte de su último novillo, primero de la tarde. Dicho brindis fue dirigido al Doctor Hevia, que lo operó de la columna, al Doctor Crespo, el cual lo operó de una grave cornada en el cuello en Navacerrada y al Doctor Masegosa, otro de los grandes de esta profesión
Sin duda una tarde especial que sirvió para que varios de sus compañeros tomaran el capote, la espada y la muleta y volvieran a tener en la barriga ese gusanillo que pese al tiempo no ha desaparecido. Volvieron a recordar esa juventud cuando soñaban con ser toreros, esos tiempos donde pudieron disfrutar de plazas como Sevilla o Madrid.
Ahora ocupan otro lugar en el escalafón, pasando a ser hombres de confianzas de sus respectivos matadores de toros. Cambiaron el oro por la plata, pero nunca dejaron de ser toreros tanto dentro como fuera de la plaza. Este festival volvió a darles por un día el sitio que se merecían.