El campo bravo se desangra. La alarmante subida del precio de las materias primas, el pienso, la luz, el gasoil, así como una inflación disparada por culpa de la guerra en Ucrania está haciendo que rematar a un toro bravo se haya convertido en una mera quimera si el precio de los animales siegue estancado o en muchos casos bajando. Los ganaderos pese a la normalidad vivida esta temporada -respecto al número de festejos lidiados en las plazas de toros- lanzan un SOS, levantan la voz contra una situación que en muchos casos se ha vuelto insostenible.
Y este problema no es un caso aislado de un ganadero u otro, es la tendencia que se vive en el campo bravo. Pongamos cifras sobre la mesa -y no queramos buscar las culpas en el vecino-. Si un toro antes de la pandemia podría rondar los 5.000 euros, ahora poner a un animal rematado no baja de los 6500€/7000€, dando igual la plaza donde lidies ese astado, ya que en el campo no se hacen distinciones a la hora de dar de comer a los animales.
Rematar un toro ha subido en torno a un 20% desde desde la llegada de la pandemia hasta el día de hoy indiferentemente de la plaza donde se lidiará ese astado. Entonces, ¿a cuánto se debe vender una corrida para que salgan los números? Si nos ceñimos exclusivamente a seis toros para una plaza de máxima categoría como Las Ventas, el coste de la corrida no debería bajar de los 50.000€/55.000€ para que el ganadero tuviera cierto margen de beneficio sobre dicha corrida, unos emolumentos que estarían en consonancia con los costes que tiene rematar un toro para ese tipo de cosos. Pero no siempre es así si el ganadero no es figura.
Hay muchos ganaderos que han decidido dar un paso al lado y salirse de ese círculo vicioso en el que se habían convertido las ferias. Agustín Montes, ganadero madrileño del hierro de Montealto ha decidido no lidiar corridas de toros este 2023 al costar demasiado rematarlos y no recibir un precio acorde a esa inversión. De momento únicamente lidiará novilladas por el desencanto que tiene sobre esta situación. Otros ganaderos viendo la situación que se les venía por delante decidieron hace años variar su ruta y centrarse en las calles, pese a que sus animales seguían dando un gran resultado en las plazas tomaron esta drástica decisión. Ese es el caso de un Gerardo Ortega que ha conseguido mantener la ganadería en los años más duros gracias a no lidiar en las plazas
Pero con el paso de los meses y viendo que el problema no cesa los ganaderos han decido variar su forma de gestionar sus explotaciones. Con la inflación por las nubes el rematar a una camada entera es algo que las carteras de muchos no aguantan, de ahí que; o han reducido las camadas para reajustarse al mercado o van a diversificar su producto, es decir, rematar aquellos animales que le garantizan una rentabilidad.
El toro de plaza de primera y el de segunda pagado en su justo precio llevarán al ganadero a rematarlos como hasta ahora, mientras que el toro de más bajo valor, ese que se lidia en plazas menores irá menos rematado al no poder sustentar el ganadero esa inversión. Los públicos y el aficionado deberán acostumbrarse a ver algunas corridas sin ese remate necesario que da el pienso, entre otras cosas porque no es que no sea rentable, es que es ruinoso debido a la situación que se vive hoy en día en el campo.
Por tanto, existe una pregunta clave en todo esto ¿se acepta una subida de precios para ver al toro de esas plazas rematado? o por el contrario se acata que el animal no esté con los kilos y ese remate necesario a cambio de seguir manteniendo los precios que se daban hasta ahora. Es algo muy delicado que se debe poner sobre la mesa, al menos hasta que todo se reajuste y se vuelva a la casilla de salida con esa bajada de costes derivada de la inflación