Hoy es un día funesto para el mundo del toro: al gigante Movistar se le ha acabado la paciencia con los toros y ha decidido cerrar el canal taurino de su plataforma. Y ningún aficionado en su sano juicio puede alegrarse de que desaparezca otro medio especializado en una tauromaquia cada vez más acorralada. No; no es buena noticia para nadie. Ni para la información, ni para la formación ni para el ‘músculo’ de un sector que sigue sin hurgarse las tripas para identificar sus problemas. Y son muchos.
Lo cierto es que este cierre -una muerte de la que el canal ha escapado por pelos cada año por la costumbre que tenemos de no aprovechar los inviernos- plantea varias situaciones comprometidas que dejan a quien le ha tocado ejercer de’verdugo’ una papeleta tremendamente peligrosa de cara a la opinión pública. OneToro ha venido para cambiar las cosas, es verdad, pero debemos saber lo que ello implica. Que no es nada fácil de conseguir.
Actualmente, la temporada de Madrid al completo, la de Valencia a partir del mes de julio y la Feria de Abril de Sevilla ya están en manos del nuevo operador. Pero nadie se ha preguntado cuál va a ser el modelo de negocio en la nueva realidad. Ni siquiera hemos pensado en lo nueva que es una realidad que, de momento, ha convertido la televisión convencional en un streaming hacia el que el toreo solo se ha encaminado cuando las circunstancias le han obligado. Y esto, por muy obligado que se haya visto un sector muy poco abierto a los cambios, modifica todas las relaciones que participan en la consecución de un evento en directo.
Onetoro sólo negociará con los empresarios
Entre ellas, las entidades participantes en una negociación que a partir de ahora será única y exclusivamente con la empresa organizadora del evento correspondiente. Y ese acuerdo deberá incluir cualquier derecho de imagen a que tenga derecho -o crea tenerlo- cualquier entidad ajena a las partes que firman el contrato. Si las hubiere -que las habrá- tendrán que hablar directamente con el empresario, porque el operador de streaming no reconoce ningún otro interlocutor válido. Como sucede en todos los demás eventos que se retransmiten por streaming en el resto de actividades del mundo, por cierto. Porque esto es un primer paso para cambiar las cosas.
Pero debería haber más. ¿Alguno de ustedes entendería que el utillero del Real Madrid quisiese cobrar derechos de imagen porque le han dicho que esa es la panacea que asegura cobrar algo cuando te dejan a deber el sueldo? Es eso, y no otra cosa, lo que ocurre en el toro desde hace lustros, con la connivencia de empresarios y -sobre todo- figuras. Los matadores que van por los mínimos con una ‘tía’ y encantados de que les pongan para poder enseñar cómo se juegan la vida bastante tienen con lo que tienen. Y esos son los que no ven un duro, y puede que no les quede ni para el alquiler de ese mes, después del esfuerzo. Pero los que llevó en su cuadrilla y a los que les pagó religiosamente lo estipulado -aunque él palmase pasta- cobraron de la tele como Dios pintó a Perico. Y no les importó una mierda la situación del matador, porque suponen que ya está su sindicato para ocuparse de ellos. Y esa es otra: la Unión de Toreros…
El papel fundamental de la Unión de Toreros: ¿en qué equipo juega?
Si todos buscasen en ella los mismos objetivos, tendría sentido, sin duda. Pero ¿qué tienen que ver los objetivos de El Juli con los de Fernando Tendero? Y son los dos igual de respetables. Pero Tendero tendrá que amoldarse a lo que Julián pueda conseguir para él, porque no tiene manera de hacerlo él mismo. Por eso son las figuras las que deben imponerse a los atropellos que se han visto hasta consolidados como derechos hasta ahora. Y lo cierto es que cuando la UT ha tenido que posicionarse a este respecto no lo ha hecho con Tendero, sino con su cuadrilla, sea la que sea. A Luis Miguel Dominguín le iba a decir un banderillero suyo que quería cobrar derechos de imagen… Hoy no; ¡mañana!
Hoy no vivimos los tiempos de Luis Miguel. Para bien y para mal. Por eso hoy cada cual tiene que percibir sus emolumentos atendiendo a su participación en el espectáculo, y eso, en la era del click, las cookies consentidas y las estadísticas, pasa por porcentajes que tendrán que acordar con su jefe, es decir, el matador. Porque es con él con quien actúan y de quien cobran el sueldo. Y luego, que el apoderado acuerde con el empresario lo que sea menester. Pero ¿qué tiene que ver el que se juega la pasta -un pastizal, por cierto- en una adquisición de derechos de retransmisión con los empleados de uno de los actores principales? Correcto: nada en absoluto.
Por eso la pregunta fundamental que habría que hacerle a la Unión de Toreros -en cuyo seno militan más ‘tenderos’ que ‘julis’- es muy simple: ¿en qué equipo juega? Ahora tiene la oportunidad de demostrarlo.