El toro bravo es un animal muy sensible a los cambios, una especie que pese a su nobleza cambia radicalmente cuando su día a día se ve alterado. Las ganaderías tienen mayoritariamente grandes extensiones de terreno donde este animal campa libertad, se mueve cuando quiere, come cuando lo cree oportuno, pero se irrita en el momento que se siente acosado, es decir, cuando alguien desconocido invade su terreno. Pero el problema viene cuando hay que reducirles los espacios, como ocurre al entrar al cajón donde serán trasladados a la plaza de toros.
Pese a la nobleza de estos animales, el movimiento para cambiarlos de cerca o llevarlo a corrales les irrita, sobremanera, no están cómodos, por eso muchas veces estas faenas se convierten en un gran problema para vaqueros y mayorales. El toro tiene una serie de querencias que es difícil de eliminar, por ello es necesario ir convenciéndolos poco a poco con la ayuda de los cabestros. Por las malas gana el toro, así que la faena ha de hacerse con templanza y sin obligar al animal.
Pero el problema mayor radica cuando se le acortan los espacios y pasa de vivir en un cercado de grandes dimensiones a entrar en unos corrales donde no está acostumbrado a estar. Ahí hay que tener mucho cuidado con las reacciones del animal, un golpe contra las puertas puede acabar con el toro inutilizado para la lidia. Poco a poco vaqueros y mayorales van llevando a los animales hacia el camión que les llevará a la plaza, todo hay que hacerlo sin movimientos bruscos, sin pegar voces y procurando calmar al animal.
Todo esto es algo que ya conoce el aficionado de a pie, pero ¿sabe qué ocurre cuando entra al cajón? Aquí el toro se encuentra prácticamente inmóvil por las dimensiones del lugar, no puede darse la vuelta y en muchas ocasiones su cornamenta no le deja capacidad para mover la misma. Durante unas horas el animal se encontrará en un lugar extraño en el que no podrá comer ni beber. Una vez llegado a la plaza se le dará suelta, proporcionándole alimento y agua para que se recupere.
En este vídeo vemos esas reacciones que tiene el toro bravo dentro del cajón. Éste lo primero que hace es oler el lugar, sabe que alguno de sus hermanos ya ha estado ahí, e incluso no es descartable que se comunique con los que están igual que él en los cajones contiguos. El animal tiene la capacidad de mover su cabeza, de agacharla y subirla según le apetezca, pero poco más puede hacer al estar semi inmovilizado. Con el paso de los años los camisones han ganado en comodidad y ventilación, algo que ayuda a soportar mejor el viaje para unos astados que están destinados a dar gloria al hierro que pertenecen.
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