La sequía acecha al campo bravo. Hace ya más de tres meses que no cae una gota de agua en el campo bravo y eso se resiente en una ganadería de lidia, acostumbrada en los últimos años, a las desdichas en su día a día. Las restricciones de la pandemia derivaron en falta de demanda de toros y eso, a su vez, hizo que los ganaderos tuviesen que llevar miles y miles de animales al matadero después de haberlos estado criando durante cuatro y cinco años en sus fincas a la espera de lidiarlos en las plazas.
La crisis de los piensos, con la subida de estos, y también el aumento del precio de la luz o del gasoil complicó mucho más el trabajo de los ganaderos. Por lo tanto, los actuales son momentos complicados para los criadores de bravo: la crisis sanitaria sufrida años atrás, unida a la subida de las materias primas antes mencionada y la caída del precio del toro de lidia, está haciendo que muchos criadores de toros bravos tengan que buscar soluciones para intentar cuadrar cuentas.
Son meses en los que hay que apretar los dientes e intentar buscar esas materias primas que no mermen la capacidad del toro bravo, pero que sí, al menos, puedan hacer respirar las cuentas del ganadero. Tras unos años en los que podían subsistir a duras penas, la pandemia, una PAC que les dejaba muy poco dinero, unos precios por debajo en la venta de los toros, una subida de las materias primas y ahora un ciclo de sequía están poniendo la puntilla a muchos de ellos.
Victorino y la manera de evitar el sedentarismo de sus animales
Pese a ello, los ganaderos siguen preparando a los toros de cara a los compromisos adquiridos con los empresarios. Hierros como el de Victorino Martín no han decelerado la marcha, todo lo contrario, siguen apostando por el remate de una camada que ya ha lidiado en cosos de gran importancia y que ahora tiene a Madrid a la vuelta de la esquina. Todos los ganaderos saben que el toro bravo es vago por naturaleza, que le cuesta moverse, de ahí que para solucionar este problema el ganadero afincado en tierras extremeñas les separe el agua del pienso.
Esto lo hace para que el animal tenga que moverse de un lado a otro del cerrado para alimentarse y beber. Con esto se consigue que no ande todo el día tumbado, más si cabe en época de altas temperaturas donde busca el cobijo de la sombra. En esta casa ganadera los animales viven en cercados amplios, de ahí que los animales tengan que recorrer grandes extensiones de terreno para beber y alimentarse. Una vez que se acerca la temporada pasan a cercas más pequeñas esperando el día de su lidia en la plaza.
De esta manera consiguen que el toro bravo se ejercite —aunque sea andando— y no se quede acostado en una determinada parte del cerrado. Si el toro no quema aquello que injiere, no se rematará para la plaza, y por consiguiente no tendrá el fondo necesario para aguantar la exigencia de la lidia. En esta casa los toros no se corren, de ahí que su ejercicio diario sea el de moverse de un lugar a otro del cercado, una idea ingeniosa que también realizan otros ganaderos de bravo.